Transforma tu vida
Permite que la Palabra de Dios neutralice los tóxicos que contaminan tu mente
William F. Ritchey
Copyright © 2014 William F. Ritchey.
Esta obra es una adaptación de los libros
¡Auxilio! ¡Estoy intoxicado! © 2012 William F. Ritchey
y Estudios bíblicos en grupo: algunas claves © 2014 William F. Ritchey
Las citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS, copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation, usadas con permiso.
El dibujo de la mariposa (portada) se basa en una foto © cincooldesigns, bajo la licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic, www.creativecommons.org/licenses/by/2.0/deed.en.
Los demás gráficos copyright © 2014 William F. Ritchey, Corel Corporation y sus concesionarios de licencia, reservados todos los derechos.
Dedicatoria
Dedico este libro a las iglesias evangélicas de América Latina y a sus misioneros, quienes sirven alrededor del mundo. De igual manera, dedico este libro a las iglesias que nos han enviado a Venezuela y han sostenido nuestro ministerio durante 30 años.
Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Hebreos 13:20–21
Contenido
CAPÍTULO 1 – NUESTRA INTOXICACIÓN
¿Cómo nos afectan los tóxicos?
¿Por qué somos tan sensibles a los tóxicos?
CAPÍTULO 2 – LA SUMISIÓN HUMILDE NEUTRALIZA EL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO
Efectos sobre las relaciones interpersonales
CAPÍTULO 3 – LA PIEDAD BÍBLICA NEUTRALIZA EL ACTIVISMO
Efectos sobre las relaciones interpersonales
CAPÍTULO 4 – EL SACERDOCIO RESPONSABLE NEUTRALIZA LA PASIVIDAD
Efectos sobre las relaciones interpersonales
CAPÍTULO 5– CONSIDERACIONES FINALES
ANEXO – SEGUNDA FASE DEL ESTUDIO
Mi deuda principal es con Dios, a quien agradezco por salvarme y por seguir transformando mi vida cada día. Él me ha permitido trabajar durante 30 años en Venezuela y llegar a conocer a su gente y a la obra que Él tiene en ese país y más allá de sus fronteras. Dios ha usado a muchos venezolanos para enseñarme; a través de ellos ha abierto mis ojos y guiado mis análisis y pensamientos, especialmente con respecto a la aplicación de su Palabra dentro del contexto de la iglesia evangélica. Sin Dios, nada de esto hubiera sido posible.
Agradezco a mi querida esposa Cherry y a nuestras dos hijas. El contenido de este libro ha sido tema de nuestras charlas como familia por más de quince años. Ellas han aportado sus perspectivas distintas y altamente valiosas en el examen y análisis del problema y en la formulación de la solución. También han formado mi equipo inmediato de sostenimiento y ánimo. Es un deleite compartir esta experiencia con mi familia.
Le debo un agradecimiento especial al equipo de producción de la Academia de Misiones Mundiales. A lo largo de seis años celebramos reuniones que contribuyeron de manera significativa en el proceso de indagación, análisis e interpretación acerca de este tema. Nuestras conversaciones fueron muy fructíferas. Es un honor formar parte de este equipo.
También estoy en deuda con la correctora de estilo, Míriam Rincón; gracias a su minuciosa y paciente atención, el contenido de este libro fue adaptado al diseño de un material educativo impreso, coherente y cohesivo.
Quiero agradecer a la Iglesia Evangélica Libre Gilgal. Ha sido la iglesia donde nos hemos congregado como familia durante los últimos 25 años. Ha sido nuestra aula de estudio permanente, en la cual hemos podido examinar, evaluar, aprender y corregir nuestras ideas; de sus miembros hemos recibido aportes significativos. La iglesia Gilgal nos ha animado y respaldado en la investigación, desarrollo y publicación de la presente edición. Es un privilegio formar parte de esta congregación.
«¡Ritchey está loco! ¿De dónde sacó eso?» Fue mi reacción inmediata cuando le escuché hablar por primera vez acerca de los tóxicos. Conocí a este hermano en Venezuela en 1985; fui su alumno en el seminario. Los últimos 25 años hemos sido compañeros de ministerio en la educación teológica y misiones en el ámbito nacional, y más recientemente, hemos sido ministros en la misma iglesia. Conociéndolo de esta manera, aquel día pensé: «¡Eso es algo que él no diría estando cuerdo!»
Luego de estudiar el tema los últimos 4 años, Biblia en mano, acompañado por Ritchey, su esposa Cherry y mi esposa Margarita, tuve que reconocer que todo acerca de los tóxicos no solo era realidad, sino que también tenía que ver conmigo: «¡Estoy intoxicado y los tóxicos no dejan que me percate de ello!», me dije. Desde entonces, he iniciado deliberadamente, con el apoyo de otros creyentes, el proceso bíblico de desintoxicación propuesto por Ritchey. Hoy mi mayor compromiso es continuar desarrollando la mente y el carácter de Cristo, y ayudar a otros a hacerlo.
El trabajo que tienes en tus manos coloca nombre a los pensamientos y conductas que envenenan a los latinoamericanos y que, en consecuencia, nos hacen mirar la vida de una manera distorsionada con resultados funestos. También desarrolla, desde una perspectiva bíblica y práctica, un conjunto de sugerencias que te ayudarán a neutralizar los tóxicos y a vivir conforme al modelo de Cristo.
Lo que nos presenta William Ritchey en su libro Transforma tu vida es una propuesta digna de considerar.
Miguel Pérez Figuera
Especialista en el Desarrollo de Líderes Cristianos
Director para América Latina, Awana Global
Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.
1 Tesalonicenses 5:23–24
La idea de escribir este libro surgió hace seis años cuando la Academia de Misiones Mundiales decidió indagar acerca de por qué muchos de los misioneros de América Latina regresaban a sus países de origen sin haber culminado sus ministerios. Observamos que buena parte de este retorno anticipado se debía a una inmadurez espiritual; al analizar sus raíces, encontramos que las iglesias de donde provenían esos misioneros también evidenciaban inmadurez espiritual, a pesar de que durante años se esforzaron en la formación y crecimiento de ese grupo de creyentes. Confrontados con esta realidad inesperada, la Academia de Misiones Mundiales decidió investigar y analizar cuáles eran los obstáculos que bloqueaban el discipulado tan anhelado.
Comenzamos nuestro trabajo con la revisión de dos estudios realizados por la Alianza Evangélica Mundial (1997, 2007); ambas investigaciones se hicieron en el ámbito internacional e incluyeron a las iglesias de Brasil y Costa Rica como las representantes de América Latina. También incluimos Venezuela, puesto que el equipo de producción de la Academia trabaja en la ciudad de Maracay, estado Aragua y está conformado en su mayoría por venezolanos conocedores de la realidad de las iglesias locales y latinoamericanas en general; incluso, varios miembros de nuestro grupo pertenecen a organizaciones cristianas internacionales y han aportado información valiosa acerca de las iglesias continentales. El presente documento, resultado de una investigación de seis años, proviene de la versión digital, la cual ha sido reeditada y ajustada al diseño de un material educativo impreso, con el propósito de que sea empleado en las iglesias de América Latina.
Durante estos seis años de investigación y conscientes de que las iglesias ministran en un mundo contaminado en el cual muchos agentes envenenan el ambiente, los cuerpos y, sobre todo, la mente, descubrimos que existen tres tóxicos que atacan la mente humana y, en consecuencia, debilitan el trabajo y ministerio de nuestras iglesias: el feudalismo democratizado, el activismo y la pasividad. Interfieren poderosamente en el equilibrio espiritual y biopsicosocial que Dios desea para nuestras vidas. Pueden actuar tan lenta y sutilmente que su presencia ni se nota, sino después de haber absorbido cantidades peligrosas. De este modo, Satanás nos engaña y destruye nuestras vidas. La realidad actual de las iglesias cristianas evangélicas latinoamericanas evidencia cómo los creyentes hemos permitido que estos tóxicos nos envenenen y obstaculicen el desarrollo armonioso de las distintas áreas de nuestra vida cristiana: personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo, discipulado, entre otras. En pocas palabras, nuestras iglesias están intoxicadas.
El presente estudio, más allá de describir los obstáculos que interfieren en el crecimiento espiritual de las iglesias (los tóxicos), se planteó el reto de buscar soluciones a esta problemática (los antídotos). La única respuesta a nuestra inquietud fue y sigue siendo esta: la Palabra de Dios. Así lo afirma el autor de la epístola a los Hebreos: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).
El libro Transforma tu vida revisa en profundidad los tres tóxicos y presenta sus respectivos antídotos, basados en la Biblia. El texto consta de cuatro capítulos. El primero describe los tóxicos y su impacto global en nuestras vidas. Los capítulos dos, tres y cuatro develan el impacto que cada uno de los tóxicos tiene en nuestras vidas y presentan el antídoto específico para cada uno de ellos. Cada capítulo desafía al participante a escudriñar la Biblia, a reflexionar acerca de cómo los cristianos damos cabida en nuestra vida a elementos contaminantes y a aplicar personalmente el antídoto bíblico, el cual no es más que permitir que el Espíritu Santo obre en el corazón, transformando nuestra vida. La acción combinada del Espíritu Santo y la Palabra nos guía a la santificación, como dice el apóstol Pablo: «… Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13b).
El proceso de transformación y santificación que nos lleva a ser irreprensibles para la venida del Señor Jesucristo, involucra una batalla espiritual y exige de nosotros un esfuerzo genuino. No estamos solos en esta lucha, Jesús va al frente. Con Él obtendremos la victoria. Entonces, podremos hacer eco de las palabras de Pablo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7).
William Ritchey
26 de septiembre de 2014
CAPÍTULO 1 – NUESTRA INTOXICACIÓN
En este capítulo conoceremos los tóxicos que impiden nuestra transformación, cómo nos afectan, por qué somos tan sensibles y las bases para neutralizarlos
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El feudalismo democratizado es una frase que se deriva de dos conceptos: feudalismo y democracia. El primero fue usado por el escritor Octavio Paz en su obra El laberinto de la soledad (1997), para señalar que la sociedad latinoamericana, a pesar de haber cambiado el sistema político feudal por la democracia, mantuvo los modos de pensamiento que se correspondían con la época feudal (dependencia del señor feudal, servicio a este señor y lealtad estricta). El segundo concepto, la democracia, es el sistema político en el cual el pueblo participa en la toma de decisiones. El feudalismo democratizado es una frase que enlaza los contenidos de ambos conceptos e involucra el hecho de que todos guardamos, en algún contexto por lo menos, una mentalidad feudal desde la cual «tenemos el derecho» a comportarnos como señor y a tratar a los demás como vasallos.
El feudalismo democratizado influye de manera negativa en nuestro andar cotidiano, al punto de convertirse en un tóxico que afecta gran parte de nuestra vida. Entendido así, el mundo se divide en dos grupos básicos: señores y vasallos. El primero busca comportarse como un señor absoluto en toda su extensión. Ejerce sus poderes al mayor grado posible; su palabra es ley dentro de su dominio y todos deben respetar su autonomía y soberanía. El segundo, el vasallo, depende de su señor, le sirve incondicionalmente y le guarda estricta lealtad.
Este tóxico crea una burbuja invisible que rodea al individuo, aislándolo de amenazas externas y delimitando un territorio cerrado, en el cual este individuo es señor absoluto y soberano (ver gráfico 1).
Gráfico 1. La burbuja
Observemos las características de esta burbuja:
Gráfico 2. Como señor absoluto, su palabra es ley que no requiere justificación
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Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
El activismo es otro tóxico que afecta nuestras vidas. Cuando creemos que por hacer las actividades apropiadas podemos transformar lo que somos y que por medir la cantidad de actividades cumplidas podemos medir el grado de transformación lograda, padecemos de esta intoxicación. Tenemos la idea de que al cumplir las actividades afiliadas a la escuela primaria, la secundaria y la universidad, mágicamente seremos «educados». También creemos que contabilizando las actividades cumplidas, medimos nuestro grado de educación. Y resulta que es posible cumplir actividades educativas de forma mecánica, sin aprender o aplicar lo supuestamente estudiado.
Este tóxico parece ser popular en la vida eclesiástica y ministerial latinoamericana. Necesitamos ser más santos y tenemos la creencia de que esta santidad se alcanza si cumplimos mayor cantidad de actividades asignadas por nuestra iglesia. Un cristiano intoxicado con el activismo no se preocupa tanto por la transformación de su carácter (su ser) porque piensa que esta transformación vendrá casi automáticamente (hacer conduce a ser). Simplemente, mide su santidad en proporción a la cantidad de actividades cumplidas.
El activismo tiende a alimentarse a sí mismo y a dispararse en un ciclo vicioso de actividades que va aumentando continuamente (ver gráfico 3). Para seguir «creciendo en santidad», hay que agregar más y más actividades. Una disminución de actividades suele interpretarse como una santidad menguada. Este «complejo Marta» (véase Lucas 10:38–42) produce un cortocircuito en el proceso de crecimiento espiritual, pues permite que una agenda creciente eclipse el verdadero aprendizaje y transformación del cristiano. También genera a un agotamiento entre los obreros.
Gráfico 3. El activismo se dispara en un ciclón de actividades que va aumentando continuamente
Bajo la influencia del activismo, nuestros ministerios pueden convertirse en clubes sociales: todos enfocados en lo mismo y asignándole la mayor importancia a la cantidad de actividades realizadas. Quienes cumplen menos actividades pasan a ser «sospechosos».
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
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La pasividad es el tercer tóxico que necesitamos reconocer para combatirlo con la Palabra de Dios. Involucra el creer que la mejor manera de lograr el cumplimiento de las actividades apropiadas es a través del empleo de sustitutos. La persona intoxicada prefiere que otros, los expertos, desarrollen las ideas, programas, actividades requeridas y luego, simplemente las adopta. Esto es más fácil y rápido que hacerlo él mismo; también es más seguro, pues si se presentan problemas, puede echarle la culpa al experto que lo desarrolló (ver gráfico 4).
Gráfico 4. La pasividad nos anima a sacar provecho de los esfuerzos de otros, pero sin pasar por la formación (crecimiento y madurez) representada por estos esfuerzos
Un ejemplo claro podría ser el caso de una congregación que adopta un programa de discipulado o de crecimiento de iglesias desarrollado por «expertos» en Corea. Este programa, normalmente en su totalidad y con una mínima de adaptación, es importado a América Latina y su implementación es un duplicado (copia al carbón) del proceso realizado en Corea. La gente espera que esta reproducción mecánica de actividades produzca los mismos resultados obtenidos en Corea. Otro ejemplo, es el del líder que se aprovecha de las actividades logradas por otros. En vez de estudiar, analizar y bregar con el texto bíblico, este líder depende más de libros escritos por «expertos»; adopta las conclusiones dadas por los autores, sin procesar la información bíblica que condujo a estas conclusiones.
Ambos casos, adoptar programas enteros o copiar actividades específicas, interfieren en el proceso de crecimiento espiritual, limitando así la madurez. En vez de aprender y crecer a través del desarrollo del programa o a través del análisis del texto bíblico, la persona intoxicada aplica la solución empaquetada únicamente a su contexto y no a su corazón.
Ahora, es importante aclarar que el uso de programas foráneos en nuestras iglesias no es un problema en sí mismo; tampoco se trata de evitar la búsqueda de ayudas bíblicas en el estudio de cualquier tema. Todo esto está bien, con tal que el programa o información externa sirva para complementar nuestro pensamiento o planificación inicial. El problema radica en que el tóxico de la pasividad impide que pensemos y nos obliga a usar los logros de otros como sustitutos de los dones y habilidades que Jesús nos ha dado. Cuando esto ocurre, nos aprovechamos de actividades a costa de nuestro desarrollo personal.
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¿Cómo nos afectan los tóxicos?
Satanás usa los tres tóxicos y sus combinaciones para impedir la transformación del concepto de la realidad. El feudalismo democratizado afirma el señorío absoluto del individuo; la pasividad susurra que no hay ningún experto presente para guiarnos en esta transformación y el activismo nos aconseja: «no te preocupes tanto, el cumplimiento de la actividad apropiada te conducirá a la transformación anhelada».
¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE TU CONCEPTO DE LA REALIDAD Y LA TRANSFORMACIÓN DE TU VIDA? Tu concepto de la realidad define lo que es real para ti. Nace en tu corazón: «pues como piensa dentro de sí, así es. Él te dice: Come y bebe, pero su corazón no está contigo» – Proverbios 23:7. El concepto de la realidad está compuesto de «compartimentos» donde archivas datos o información. Cualquier dato que encuentra cabida en estos compartimentos es un dato real para ti (ej. «Dios existe y me ama»; «dos más dos son cuatro»). La totalidad de estos datos forma tu concepto de la realidad. Desde allí, construyes tu pensamiento (creencias y valores) y luego, tu acción (lenguaje y comportamiento). Unidos, estos tres niveles – realidad, pensamiento y acción – integran tu vida (ver gráfico 5).
Gráfico 5. Relación entre tu concepto de la realidad y tu vida
Ahora, no todos los datos encuentran cabida en tu corazón y al suceder esto, hay dos opciones: puedes calificarlos como falsos («dos más dos son cinco») o puedes aceptarlos como verídicos, pero ajenos a tu realidad (ej., reconocer el señorío de Jesús sin obedecerle). Estos datos verídicos pero ajenos a tu realidad se acumulan para formar un «seudocorazón», del cual nace una «seudorealidad». Sobre esta «seudorealidad» construyes un «seudopensamiento» (creencias y valores teóricos) y luego, una «seudoacción» (lenguaje y comportamiento teóricos). Fácilmente, puedes confundir este «seudocorazón» con tu corazón real (ver gráfico 6).
Gráfico 6. Fácilmente puedes confundir tu «seudocorazón» con tu corazón real
Entonces, si deseas transformar tu vida, lo fundamental es transformar tu corazón, pues es el «cimiento» sobre el cual «construyes» tu vida: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida» (Proverbios 4:23). Si este cimiento no es adecuado para sostener las transformaciones anheladas, hay que corregirlo antes de comenzar la construcción. Y hay solo un cimiento que te será adecuado para la edificación de tu vida transformada: «Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Corintios 3:11). Tener el cimiento correcto es fundamental para tus demás labores de construcción (Lucas 6:46–49), como saber lo que edificas encima de este cimiento, por ejemplo (1 Corintios 3:9–13).
Los tres tóxicos han distorsionado tu concepto de la realidad (el cimiento de tu vida) y están impidiendo que Jesús llegue a ser el cimiento perfecto para tu vida. A través de los estudios bíblicos contenidos en este libro, puedes permitir que la Palabra de Dios penetre en tu corazón y neutralice los efectos de estos tóxicos. La Palabra rectificará toda distorsión que encuentre y te dará el cimiento perfecto. De otro modo, siempre tendrás una vida inestable debido a su base inadecuada (ver gráfico 7).
Gráfico 7. Sin cimiento adecuado, lo construido no puede permanecer recto (la torre de Pisa)
¿Por qué somos tan sensibles a los tóxicos?
El feudalismo democratizado, el activismo y la pasividad existen en todo el mundo e impactan de manera distinta en cada cultura. Para comprender nuestra susceptibilidad hay que regresar a la Europa medieval de hace 1.000 años. El feudalismo clásico fue el estilo de vida común, especialmente en la porción sur de la región. Francia tuvo reyes muy fuertes y absolutos y España tuvo sus diferentes reinos que se unían contra los árabes. La sociedad se dividió en una jerarquía feudal en que los súbditos y subordinados (los vasallos) dependían del señor superior, fueron leales a él y le servían. El mundo religioso también manifestó este patrón de feudalismo, con la Iglesia Católica jugando el papel del señor superior. A través de los años, esta realidad medieval se concretó y se transfirió de generación en generación, llegando a ser nuestra herencia cultural cristiana.
Según estos patrones culturales heredados, el cristiano común y corriente se acostumbró a vivir en un contexto carente de tres libertades: la de relacionarse amplia y profundamente (sumisión humilde), la de desarrollar una relación dinámica con Dios, a partir del estudio y aplicación de su Palabra (piedad bíblica) y la de participar activamente en la obra de Dios (sacerdocio responsable).
La ausencia de estas libertades produjo nuestra susceptibilidad a los tóxicos y nos hizo encerrarnos en nuestra propia prisión. Aún hoy, siglos después, seguimos siendo susceptibles al feudalismo democratizado porque nos creemos señores de nuestra vida y de nuestro contexto; al activismo por creer que los ritos son la base para nuestro crecimiento y vida espiritual y a la pasividad por confiar ciegamente en la palabra y méritos de otros seres humanos.
Solo la sangre de Cristo y la Palabra de Dios pueden librar nuestro corazón, pensamientos y acciones de esta prisión; su poder renovador nos da la libertad y la fortaleza para neutralizar estos tóxicos y transformar nuestras vidas (Juan 8:32, 36; Romanos 12:1–2).
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
La libertad de relacionarse amplia y profundamente
La libertad de desarrollar una relación dinámica con Dios, a partir del estudio y aplicación de su Palabra
La libertad de participar activamente en la obra de Dios
Una de las bases para neutralizar los tóxicos es el quebrantamiento. Sin este paso (o sacrificio) no habrá una verdadera transformación de tu corazón y vida (Romanos 12:1–2). Satanás utiliza los tres tóxicos para engañarte e intentar frenar tu proceso de transformación, pero Dios y su Palabra son poderosos para combatir y neutralizar cualquier acción diabólica (Efesios 6:12–13; Romanos 8:37; 2 Tesalonicenses 3:3; Hebreos 4:12; Hechos 20:32). Cuando la Palabra de Dios penetra en tu corazón y rectifica toda distorsión que encuentre, el resultado es un corazón nuevo (Ezequiel 36:26). El salmista David anheló precisamente eso cuando clamó: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Salmo 51:10). A través de este proceso Dios arranca lo viejo de tu corazón antes de crear un corazón nuevo (2 Corintios 5:17) y esto te causa dolor que naturalmente resistes. Para poder someterte a Dios, entregar tu voluntad y dejar que Él te conduzca por este proceso doloroso, es indispensable que tu espíritu y corazón sean quebrantados (Salmo 51:16–17). Con respecto al Salmo 51, nota que fue en un contexto de quebrantamiento donde David vino a Dios y pidió que creara un corazón limpio y un espíritu recto en él. Muchas veces solo asociamos el quebrantamiento con aceptar a Jesucristo como Salvador, pero va mucho más allá de la conversión de la persona. El quebrantamiento abre el camino para tu transformación y crecimiento como creyente.
Debido a la importancia de este proceso, es necesario detenernos en algunos aspectos. Para ello, observemos la experiencia transformadora que vivieron dos personajes bíblicos: Jonás y Saulo (quien más tarde fue conocido como el apóstol Pablo). Jonás fue un profeta del Antiguo Testamento y Saulo fue un líder religioso altamente educado y capacitado. Ambos fueron hombres escogidos por Dios, pero en algún momento de sus vidas tuvieron un concepto distorsionado de la realidad. Esta situación requirió un quebrantamiento, el cual abrió el camino para la transformación de sus vidas. Gracias a este proceso, Dios corrigió su concepto de la realidad.
EL TRASFONDO DEL QUEBRANTAMIENTO. Ambos, Jonás y Saulo, tuvieron un compromiso muy serio con Dios: Jonás fue un profeta (Jonás 1:1; 2 Reyes 14:25) y Saulo fue un líder religioso muy celoso y bien educado (Hechos 22:3; 26:4–5); fueron activos y responsables en el cumplimiento de sus tareas: Jonás comunicaba los mensajes de Dios (2 Reyes 14:25) y Saulo fanáticamente exterminaba a quienes consideraba miembros de una secta peligrosa (Hechos 22:4–5; 26:9–11). Ambos padecían de un concepto distorsionado de la realidad: Jonás pensó que podía restringir la oferta de salvación que Dios había hecho a una nación enemiga y peligrosa (Jonás 3:10–4:2) y Saulo pensó que Dios quería que los cristianos fuesen perseguidos y destruidos (Hechos 22:3–4). Este concepto equivocado de la realidad hizo necesaria la participación de Dios en sus vidas, a través del quebrantamiento.
EL PUNTO DE QUEBRANTAMIENTO. El punto de quebrantamiento, también conocido como «punto de quiebre», es el momento clave cuando el individuo toma la decisión de someterse a Dios y permitirle cambiar su concepto distorsionado de la realidad por el concepto correcto que tiene Dios. Para Jonás, su punto de quebrantamiento vino cuando dijo «Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor.» (Jonás 2:9) y para Saulo, cuando dijo «¿Qué debo hacer, Señor?» (Hechos 22:10). Nota la sumisión y entrega a Dios expresadas por ellos.
Desde la óptica de la persona que experimenta el punto de quebrantamiento, este momento es de alto impacto, incómodo, ineludible y habilitador. Revisemos cada uno de los rasgos mencionados:
RESULTADO DEL QUEBRANTAMIENTO. El quebrantamiento termina con un tiempo de reflexión durante el cual la persona procesa, ratifica y se adapta al concepto correcto de la realidad que Dios ha puesto ahora en su corazón (gráfico 8). Es un tiempo de aprendizaje y desarrollo personal. Para Jonás fue un tiempo difícil, en el cual resistió múltiples lecciones enviadas por Dios (Jonás 4:6–11). En el caso de Saulo, parece que pasó aproximadamente tres años reflexionando sobre lo que aprendió a partir de su quebrantamiento (Gálatas 1:15–18).
Gráfico 8. El quebrantamiento termina con un tiempo de reflexión
CONCLUSIÓN SOBRE EL QUEBRANTAMIENTO. Tu punto de quebrantamiento prepara el camino para tu transformación y el tiempo de reflexión que viene luego, te permite procesar y adaptarte a esta transformación. Entonces, sin quebrantamiento tus estudios serán meramente teóricos e ineficientes. Es necesario que permitas la intervención de Dios quebrantando tu corazón con su Palabra. Pide y busca este quebrantamiento en todo momento; este libro te presenta una excelente oportunidad de buscarlo en varias áreas de tu vida.
Otra base para neutralizar los efectos de los tóxicos es el contexto neutralizador. Es un espacio de encuentro que te permite conocer bien los tóxicos, avanzar en la búsqueda de las tres libertades para así, aplicar los antídotos correspondientes: sumisión humilde, piedad bíblica y sacerdocio responsable. El contexto neutralizador te invita a poner en práctica real (no teórica) verdades bíblicas como las que estás estudiando en este libro.
¿CÓMO PODEMOS DESCRIBIR EL CONTEXTO NEUTRALIZADOR? Debe ser un contexto social en el cual te reúnes con varios hermanos (de 3 a 15), quienes comparten contigo el deseo de transformar su vida; un contexto de comunidad (ambiente familiar), donde te identificas con los demás y sientes una fuerte unión con ellos; un contexto de confianza, en el cual puedes abrirte y hablar de manera transparente y franca, sin correr peligro de ser rechazado o castigado; un contexto de interdependencia, donde cada miembro crece y aprende del otro, en humildad y dependencia mutua.
¿CÓMO FUNCIONA ESTE CONTEXTO NEUTRALIZADOR? Una vez conformado el contexto neutralizador, podemos avanzar en el desarrollo de las siguientes acciones:
Las acciones antes mencionadas permiten el buen funcionamiento de un contexto neutralizador y contribuyen de manera significativa al crecimiento personal y social de cada uno de sus participantes (ver gráfico 9).
Gráfico 9. Los integrantes del contexto neutralizador conversan, se animan, se rinden cuentas y se exhortan los unos a los otros
TOMA UN MOMENTO Y PIENSA
¿Has detectado elementos de estos tres tóxicos en tu propia vida? Te felicito por tener la valentía de examinarte tan franca y honestamente. ¿Conoces a algunos hermanos quienes contigo podrían formar un contexto neutralizador? Comienza a conversar con ellos y a celebrar reuniones como grupo de apoyo. No están solos en el esfuerzo de seguir a Jesús. Él les acompaña en todo momento. Su Palabra afirma: «… y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20b). Con Jesús al frente, «… somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:37).
¡Créele y anímate a continuar con este estudio!
CAPÍTULO 2 – LA SUMISIÓN HUMILDE NEUTRALIZA EL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO
Este capítulo presenta el feudalismo democratizado, su antídoto e incidencia sobre la personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado
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Solo Dios, y Jesucristo como parte de la Trinidad, es soberano. La Biblia lo expresa con claridad en 1 Crónicas 29:11 y 1 Timoteo 6:14–16, entre otros pasajes. Nos corresponde como creyentes someternos a Él en humildad (2 Crónicas 30:8; Santiago 4:7). También debemos someternos en humildad los unos a los otros. El Nuevo Testamento tiene mucho que decir acerca de nuestra relación como cuerpo de Cristo y hermanos en Él; esta relación interdependiente es muy importante para neutralizar el tóxico del feudalismo democratizado. Demos un breve recorrido por algunas de estas verdades bíblicas:
¿Experimentas una vida como la descrita arriba en tu iglesia local? Para cumplir con estos mandatos bíblicos es necesario desarrollar la sumisión humilde dentro del cuerpo o la familia de Cristo (Romanos 12:5; Filipenses 2:3–4).
A diferencia de este comportamiento bíblico, el feudalismo democratizado te obliga a establecer una jerarquía feudal que divide el mundo entre señores y vasallos, donde todos tenemos derecho a ser señor en algún momento y en algún contexto. Contaminado con este tóxico ejerces tus poderes al mayor grado posible; tu palabra es ley dentro de tu dominio y todos deben respetar tu autonomía y soberanía. Tus «vasallos» deben vivir dependientes de ti, sirviéndote fielmente y guardando estricta lealtad. El resultado es que buscas vivir de forma soberana y autónoma en lugar de vivir en sumisión humilde. Buscas ser el señor del contexto, en vez de servir. Buscas ser el mejor y olvidas el mandato bíblico: considerar a los demás como superiores a ti mismo.
A continuación estudiarás cómo el feudalismo democratizado afecta cuatro facetas claves de tu vida: personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado; también podrás conocer el antídoto bíblico para este tóxico: la sumisión humilde. Su aplicación oportuna te garantizará una vida fructífera y una convivencia sana, en paz.
MANIFIESTAS UN INDIVIDUALISMO ACENTUADO. Como creyente, eres parte del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27). Eres parte de la familia de la fe, de la familia de Dios (Gálatas 6:10; Efesios 2:19). Estos son términos que subrayan tu participación en un grupo mayor. Escucha el énfasis que 1 Corintios 12:27 le asigna a tu participación «… vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él». No hay lugar en la Biblia para gente individualista. Somos una familia y nos relacionamos en sumisión humilde.
A diferencia de esta óptica bíblica, con el feudalismo democratizado desarrollas un fuerte individualismo (gráfico 10). En parte, es consecuencia del absolutismo, soberanía y autonomía de la burbuja (ver gráfico 1). No tienes que justificar nada a nadie, no tienes que pedirle permiso a nadie y no tienes que pedirle perdón a nadie. De hecho, no dependes de nadie porque los demás tienen muy poco que ver con tu comportamiento y ejercicio de tus derechos feudales. Esta conducta individualista también es consecuencia de la rigidez e inflexibilidad de la burbuja, la cual no permite que otra ocupe el mismo espacio que ella. Así como la burbuja, su dueño tiene que ser distinto, único e individual.
Gráfico 10. Demuestras un fuerte individualismo – no hay nadie como tú
A pesar de ser un individualismo acentuado, también tiende a ser «localizado» debido a la naturaleza del feudalismo (¿recuerdas el capítulo 1?). Como señor, manifiestas individualismo, pero como vasallo dependes de tu señor superior, a quien le sirves y con quien eres leal (en este caso, excluyendo el individualismo). Así, esta característica tiende a ser expresada dentro del reino personal delimitado por la burbuja. A veces estalla fuera de este reino, tal vez en protesta por ser el vasallo del contexto, pero tiende a ser una expresión más moderada. Es parte de la paradoja del feudalismo democratizado. Te convierte en una persona individualista y a la vez, leal a tu líder terrenal.
SUFRES DE SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD E INSEGURIDAD. Según la Biblia, eres una persona altamente valiosa porque has sido comprada por un precio muy elevado (1 Corintios 6:20; Juan 3:16). Eres el recipiente de un regalo invaluable (2 Corintios 9:15). El Espíritu Santo mora en ti, Cristo vive en ti y el Espíritu Santo te equipa para entender y aplicar la Palabra de Dios (1 Corintios 6:19; Gálatas 2:20; Juan 15:26; 16:13). Tienes todo el poder necesario para alcanzar las metas que Dios tiene para ti (Colosenses 1:29; Filipenses 1:6). Tienes dones y habilidades que debes emplear en la obra de Dios (1 Pedro 4:10). Eres más que vencedor por medio de Cristo Jesús (Romanos 8:37). Eres amado y nada te puede separar de Aquel que te amó (Romanos 8:35–39). No tienes por qué temer (1 Juan 4:18). No hay nadie que te puede acusar y no te queda ninguna condenación (Romanos 8:33–34). Esta seguridad que te brinda Dios te permite vivir en sumisión humilde.
El feudalismo democratizado te engaña y plantea algo muy diferente. Te ofrece la burbuja para que escondas elementos penosos o embarazosos que otros no pueden ver; es allí donde se alojan tus sentimientos de inferioridad e inseguridad. Intentas vivir con estos sentimientos, pero no puedes resolverlos, borrarlos ni esconderlos de tu vista. Estás rodeado de negras verdades que te recuerdan tus fracasos y equivocaciones. La jerarquía feudal te coloca en una situación de minusvalía personal porque siempre habrá señores por encima de ti, recordándote tu inferioridad con respecto a ellos.
La burbuja solo te permite esconder tus elementos penosos y ellos generan sentimientos de inseguridad. Tarde o temprano alguien va a notar tus negras verdades escondidas y las va a usar contra ti. Además, siendo que la cantidad de verdades escondidas va aumentando con el tiempo, tus niveles de inseguridad también van aumentando. Y cuando alguien por fin las descubre, implementas mecanismos de defensa como el aislamiento («no te permito ver más»), el individualismo («así soy yo, acéptalo»), la falsa soberanía («puedo vivir como deseo») y la falsa autonomía («solo rindo cuentas a mí mismo»); nada de esto quitará la base de tus sentimientos de inseguridad. Solo la sangre de Cristo es capaz de lavarte de tus negras verdades (1 Juan 1:7).
PADECES DE INMADUREZ ESPIRITUAL. La Biblia dice que debes ir avanzando hacia la madurez o la perfección, dejando los conocimientos elementales y progresando hacia una doctrina sólida (Hebreos 5:11–6:1; 1 Corintios 3:1–3). Es normal y está bien pensar como niño al principio de tu vida en el Señor, pero debes avanzar hacia la perfección a medida que pasan los años (1 Corintios 13:11; Hebreos 6:1). Tu camino hacia la madurez incluye el respeto a Dios (tener el «temor» de Jehová, someterte a Él y a su Palabra), el conocimiento de Dios (a través de su Palabra y su intervención en tu vida), la obediencia y la puesta en práctica de sus mandamientos expresados en su Palabra (Salmo 111:10; Proverbios 9:10). El cuerpo de Cristo, viviendo en sumisión humilde, es la comunidad en la cual se alcanza esta madurez (Efesios 4:11–16).
Si estás contaminado con el feudalismo democratizado, tu crecimiento espiritual está limitado. En la relación que plantea este tóxico entre señores y vasallos, los señores ofrecen al vasallo la oportunidad de «madurar» bajo su tutela a cambio de su dependencia, servicio y lealtad; el vasallo, por su parte, paga ese precio. Ambos se benefician de este arreglo feudal, pero la madurez del vasallo queda restringida en cuanto a extensión y grado. No puede extenderse más allá de la del tutor y su grado siempre estará por debajo de su señor. Si el señor no avanza en su propia madurez porque no reconoce sus limitaciones y carencias (difícil de hacer bajo los efectos de este tóxico), es casi imposible que los vasallos crezcan. El resultado es la inmadurez espiritual. Es necesario reconocer la deficiencia en esta área y la necesidad que tenemos de otros para que este espíritu feudal debilitador desaparezca.
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Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Individualismo acentuado
Sentimientos de inferioridad e inseguridad
Inmadurez espiritual
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
Efectos sobre las relaciones interpersonales
TE RESISTES A RECIBIR AYUDA DE OTROS. Al principio de este capítulo leíste lo que la Biblia expresa acerca del funcionamiento del cuerpo de Cristo. Pudiste constatar que la vida cristiana no es una vida solitaria, sino una vida en comunidad, en sumisión humilde, en unión y en cooperación mutua (Romanos 15:7; 12:10; Efesios 5:21; Gálatas 5:13). Como familia, nos ayudamos los unos a los otros (Colosenses 3:16; 1 Tesalonicenses 5:11; Hebreos 3:13; 10:24).
El feudalismo democratizado te muestra algo muy diferente. Como señor feudal, eres absoluto, soberano y autónomo. Según la Real Academia, edición 22, año 2001, absoluto significa ‘independiente, … que excluye cualquier relación’, soberano significa ‘que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente’ y autonomía significa ‘condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie’. Bajo los efectos de este tóxico, te crees autosuficiente, por lo cual recibir la ayuda de otros niega tu independencia y es una contradicción abierta de tu señorío feudal (gráfico 11).
Gráfico 11. No necesitas la ayuda de nadie, eres autosuficiente
VIVES AISLADO DE LOS DEMÁS. Como cuerpo de Cristo, somos miembros los unos de los otros y no debe haber divisiones entre nosotros (Romanos 12:5; 1 Corintios 1:10); lo indicado es vivir en sumisión humilde, preocupándonos los unos por los otros, dando preferencia a otros, sirviendo por amor a otros y no quejándonos de otros (1 Corintios 12:25; Romanos 12:10; Gálatas 5:13; Santiago 5:9). En otras palabras, debes cooperar con otros (1 Corintios 12:26).
A diferencia de esta óptica, el tóxico te hace vivir de una forma inadecuada. Como dueño de una burbuja vives aislado psicológica, emocional y socialmente, aunque este aislamiento no incluya el elemento geográfico. Prefieres trabajar a solas, aún rodeado de gente. No necesitas a nadie y permitir que otros entren en tu intimidad se percibe como una debilidad, entrega de tu soberanía y autonomía. Prefieres seguir tu propio camino y tus propias ideas, aun cuando no están de acuerdo con lo ya planificado por los demás. Trabajas «en equipo», pero como un individuo aislado. Eres un «llanero solitario» (gráfico 12).
Gráfico 12. Bajo este tóxico vives aislado psicológica, emocional y socialmente. Te conviertes en un «llanero solitario».
FORMAS TU PROPIA VERSIÓN DE LA VERDAD. En la Biblia hay una sola verdad y es Dios (la Trinidad) y su Palabra. Dios es la verdad, Cristo es la verdad, el Espíritu Santo es la verdad y la Palabra es la verdad (Isaías 65:16; Juan 14:6; 15:26; 17:17). Además, hay una sola versión de esta verdad y te sometes a ella en humildad (1 Timoteo 6:3–5). No existe multiplicidad de versiones personales de la verdad bíblica.
Este tóxico te confunde y te impone a una opinión distinta. Debido a la soberanía y autonomía establecidas por tu burbuja, formas tu propia versión o percepción de la verdad bíblica. Versículos que respaldan tu posición fácilmente entran dentro de tu burbuja para servir como artillería evangélica (ver gráfico 1, capítulo 1); versículos que contradicen tu posición tienen poca entrada y rebotan para ser archivados en tu «seudorealidad» (ver gráfico 6, capítulo 1), pues no son aplicables a tu situación real. En consecuencia, es difícil que la Biblia penetre y transforme tu vida.
Tu óptica personal de la verdad aumenta la distancia entre tú y los demás. Por ejemplo, tu iglesia puede tener una excelente frase o lema que describe su misión. Esa frase debe servir para guiar las actividades de toda persona en esa iglesia, pero si cada miembro interpreta la frase de manera individual, pronto habrá tantas versiones válidas como miembros de la congregación. ¿Resultado? Desunión, discordia, dispersión (frutos de la carne – ver Gálatas 5:19–21).
TE NIEGAS A DESARROLLAR EL SENTIDO DE UNIÓN Y DE TRABAJO EN EQUIPO. Al revisar las descripciones bíblicas del cuerpo de Cristo, sobresalen las referidas a la unión, comunión y trabajo en equipo (Romanos 12:3–13; 1 Corintios 10:16–17; 12:12). El cuerpo es uno solo, pero está compuesto de múltiples miembros con funciones diversas que viven en sumisión humilde y que trabajan en armonía.
A diferencia de este modo de vivir, el feudalismo democratizado con su enfoque en el individualismo, la soberanía y la autonomía, no te permite desarrollar este grado de unión, cooperación y sumisión humilde. Prefieres seguir tu propio camino, en vez de ceder para lograr algo mayor. La unión y cooperación requieren que los integrantes del grupo cedan parte de su individualismo, soberanía y autonomía para lograr la coincidencia que subyace y hace posible la profunda comunión. Para una persona intoxicada este precio es demasiado elevado. Mientras que para la Biblia ceder es un acto de amor (1 Pedro 3:8, Filipenses 4:2–3), según la óptica feudal, ceder es perder.
OBLIGAS A OTROS A RESPETAR TU SEÑORÍO. Según la Biblia, debes dar preferencia a los demás, someterte a los demás en humildad, servir por amor a los demás y procurar lo bueno para los demás (Romanos 12:10; Efesios 5:21; Gálatas 5:13; 1 Tesalonicenses 5:15). No debes buscar ser el señor del contexto sino el siervo, y debes someterte especialmente a Dios (Mateo 20:25–28; Santiago 4:7).
Este tóxico te impulsa a pensar lo opuesto. Como señor absoluto, crees que no tienes que hacer concesiones a nadie, especialmente dentro del territorio de tu burbuja (gráfico 13). Por ejemplo, si eres el encargado de un ministerio, tu burbuja incluye a este ministerio y a sus obreros, quienes pasan a ser tus vasallos. Todos deben respetar tu señorío como encargado de este contexto. El problema es que esta óptica feudal debilita tus relaciones con los demás. Las relaciones interpersonales sanas se basan en el respeto mutuo, no en el sometimiento del otro.
Gráfico 13. Eres rey y no tienes que hacer concesiones a nadie
TE DEFIENDES CUANDO TU SOBERANÍA Y AUTONOMÍA SE VEN AMENAZADAS. La Biblia te dice que no eres soberano, porque soberano es Dios (1 Crónicas 29:11). También te dice que no eres autónomo, sino que formas parte de una comunidad interdependiente, en la cual debes vivir en sumisión humilde (1 Corintios 12:20–21; Efesios 4:15–16; 5:21).
Sin embargo, el feudalismo democratizado te hace sentir que sí eres soberano y autónomo. Entonces, cuando te sientes atacado y con la posibilidad cierta de perder terreno en estas áreas, te defiendes rápidamente. Exiges que todos respeten tus falsas soberanía y autonomía; puedes llegar al punto de ser intolerante y ofender a la gente que tiene comportamiento o ideas distintas a las tuyas, posición que obstaculiza seriamente tus relaciones interpersonales.
VIVES COMO SI LOS DEMÁS EXISTIERAN ÚNICAMENTE PARA TU BENEFICIO. Como vimos al principio de este capítulo, en los versículos que tratan nuestra relación los unos con los otros, existimos como familia, como comunidad interdependiente. En esta relación mutua, es verdad que los demás existen para el beneficio tuyo … pero únicamente porque tú también existes para el beneficio y servicio de los demás (Filipenses 2:3–4; 1 Tesalonicenses 5:15). A la luz de la Biblia, la sumisión humilde implica pensar primero en los demás (Romanos 12:10).
El tóxico al que hacemos referencia afecta seriamente tu relación con los hermanos y con Dios, y la sustituye por una relación egoísta. Eres señor y quienes trabajan dentro de tu dominio son tus vasallos. Según el sistema clásico feudal, los vasallos ayudan a que su señor alcance grandeza, riqueza y suficiencia; como premio, reciben una parte de este «resplandor». Los vasallos son «materia prima» explotada para el beneficio directo de su señor. Una relación así, fácilmente puede llegar a ser abusiva, malsana y convertirse en caldo de cultivo para que afloren resentimientos, envidias y otros frutos de la carne.
«COOPERAS» PARA ENSEÑOREARTE. La Biblia dice que debes cooperar libremente, de corazón, bajo los parámetros establecidos por Cristo (Efesios 4:32; 6:6–8). La habilidad de escuchar, aprender y servir dentro del grupo es fundamental para que tus relaciones interpersonales sean sanas. Entonces, no debes enseñorearte ni buscar el control sobre las demás, sino debes ser un ejemplo de vida en sumisión humilde (Marcos 10:42–45; 1 Pedro 5:1–3).
Sin embargo, el feudalismo democratizado te convence para que hagas lo contrario. Como señor feudal, cuando te enseñoreas simulas cooperar, pero en el fondo tu verdadera intención es lograr el control sobre el grupo. El premio Nobel de literatura Octavio Paz, refiriéndose a uno de los rasgos del contexto feudal, expresó: «Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse» (El laberinto de la soledad, página 102). La meta del señor feudal no es servir a los demás, ni aprender de ellos, ni aún escucharlos, sino avasallar, llevarse por delante al otro o al grupo. Bajo los efectos de este tóxico, cualquier mesa de trabajo, comité o ministerio se convierte rápidamente en un torneo feudal, en el cual los diferentes señores compiten para determinar quién es superior (gráfico 14).
Gráfico 14. Cualquier mesa de trabajo o ministerio se convierte rápidamente en un torneo feudal, en el cual los señores compiten para determinar quién es superior
ERES MÁS FIEL AL LÍDER QUE AL PLAN DE DIOS. En su Palabra, Dios muestra el plan que tiene para ti y para tu iglesia. Este plan merece tu sumisión en humildad, compromiso y cooperación, por lo que tu compromiso con el líder humano es secundario (Salmo 18:30–32; 1 Corintios 3:5–7). Dios y su plan son el factor unificador y motivador dentro del cuerpo de Cristo (Efesios 4:1–6). Los líderes son servidores dentro de este plan (Efesios 4:11–16; 1 Corintios 3:5). Cuando la gente exalta a un líder por encima del plan, ocurre lo mismo que sucedió en la iglesia de Corinto. Los corintios desviaron su atención del plan de Dios y se agruparon según sus líderes humanos – Apolos y Pablo. El resultado fue una congregación dividida por celos, contiendas y disensiones. El mismo Pablo los criticó duramente por su falta de espiritualidad (1 Corintios 3:1–4).
El feudalismo democratizado te obliga a hacer igual que los corintios, ser más leal al líder que al plan de Dios; te confunde y te hace confiar más en el líder que en el plan divino. Crees que el líder es el elemento unificador y no Dios. Te quita el interés por conocer el plan de Dios para tu vida porque basta que el líder sea una persona a quien puedes ser leal. Si él está a favor del plan, tú lo apruebas automáticamente y no tienes que preocuparte por conocerlo ni estudiarlo. Si este líder sale del grupo, tú sales también porque él fue tu conexión principal al grupo. Así, tu cooperación resulta ser más superficial que profunda. Cooperas porque sientes una lealtad al líder, no porque tienes convicción de que el plan es bueno para ti, para todos. Todo esto debilita tus relaciones interpersonales y afecta negativamente tu participación en grupos de trabajo.
ESCONDES TUS PECADOS. Dios desea que seas honesto con los demás hermanos (Salmo 15:1–2; Efesios 4:15, 25). No debes aparentar (Hechos 5:1–11; Efesios 4:22–25) y en vez de negar tus pecados, debes confesarlos en sumisión y humildad a Dios y a tu hermano, si involucran a este hermano (1 Juan 1:8–10; Santiago 5:16).
Si estás intoxicado, tu sentido de inseguridad no te permite abrirte y ser honesto acerca de tus pecados, errores y limitaciones. Hacerlo te haría demasiado vulnerable. Como comenta el escritor Octavio Paz, «… el ideal de la ‘hombría’ consiste en no ‘rajarse’ nunca. Los que se ‘abren’ son cobardes. … El ‘rajado’ es de poco fiar, … es incapaz de confrontar los peligros como se debe» (El laberinto de la soledad, página 51). Esconder tus pecados tiene un gran impacto en tu vida porque obstaculiza el proceso de reconocer cuándo has ofendido o lastimado a alguien e impide que puedas pedir perdón. Sin la posibilidad de pedir y recibir perdón, las relaciones interpersonales se fracturan fácilmente.
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Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
DESARROLLAS UN LIDERAZGO INCONSTANTE. Dentro del ámbito de la sumisión humilde, todo cristiano debe ser firme y constante, perseverando en la obra de Dios (1 Corintios 15:58; 2 Tesalonicenses 1:3–4). Esta verdad incluye especialmente a los líderes (2 Corintios 6:3–10; 1 Timoteo 4:16). Esta constancia posibilita un liderazgo estable que contribuye al sano crecimiento del cuerpo de Cristo (Colosenses 1:23; 2 Tesalonicenses 2:15).
El feudalismo democratizado no permite que los líderes cumplan con estos mandatos bíblicos; como un líder intoxicado, tus decisiones están basadas en tu soberanía y autonomía, en vez de en principios provenientes del plan de Dios. Tomas la decisión que te parece mejor en el momento, sin someterte a normas externas (como reglas o la Biblia). Eres un líder «práctico», oportunista que maneja todo para su conveniencia. Por eso, intentas llegar a tu meta rápida y fácilmente, obviando los detalles de cómo llegar. Tus decisiones son aisladas e individuales, tal como tu personalidad. Así, tu liderazgo puede fluctuar de manera significativa y puede cambiar de dirección abrupta y drásticamente (un día cierto comportamiento es aceptable y el día siguiente este mismo, puede resultar inaceptable y hasta castigado). Tu liderazgo inconstante te sumerge en una actitud ambigua que produce inestabilidad en el grupo. Luego, te aprovechas de esta inestabilidad para generar un alto nivel de dependencia (todo fallará sin ti); te crees indispensable (todo depende de ti). De este modo, vives con un falso sentido de seguridad; cuando el contexto funciona de esta manera, te sientes como el único que puede salvar a tu iglesia o ministerio.
CONSTRUYES PLANES ÚNICAMENTE A CORTO PLAZO. La sumisión humilde amplía tu visión y te impulsa a hacer planes, incluyendo planes a largo plazo que contemplan necesidades futuras. Cuando planificas, no estás centrado en ti mismo ni en tus necesidades inmediatas, sino que piensas en otros, en tu grupo. Este tipo de planificación es valiosa para el ministerio y la iglesia. La Biblia nos da ejemplos en pasajes como: Lucas 6:47–49; 14:28–32; Hechos 6:1–7; Romanos 1:13. Dios mismo tiene planes para nosotros a muy largo plazo: «Porque yo sé los planes que tengo para vosotros – declara el Señor – planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11).
El problema se presenta cuando el feudalismo democratizado te obliga a centrar tu atención en la inmediatez, obviando la visión a largo plazo; solo elaboras planes a corto plazo. Nadie, ni tú mismo, sabe qué querrás hacer en 20 años; dedicarte a formular un plan de esta magnitud te parece un desperdicio de tiempo. De hecho, te es difícil hacer planes aún para los próximos tres a cinco años.
EVITAS SITUACIONES INCÓMODAS. A la luz de la Biblia, líderes santos y espirituales no buscan evitar situaciones incómodas cuando interfieren con su ministerio (Daniel 6:1–16; 2 Corintios 6:3–10); por el contrario, el cristiano espera pasar por dificultades y tribulaciones y su anhelo es enfrentarlas, al igual que Jesús, en sumisión y humildad (Filipenses 2:5–8; 2 Corintios 12:10; 1 Corintios 11:1). El líder cristiano reconoce que son eventos formativos para el bien de su carácter, herramientas para cultivar su crecimiento espiritual (Romanos 5:3–5; Santiago 1:2–4). La adversidad, lejos de ser algo que debes eliminar o evitar, la consideras muy importante para tu crecimiento y actúas como Pablo, gozándote en la dificultad (2 Corintios 12:10).
El feudalismo democratizado te hace responder de una manera muy diferente. Debido a tus sentimientos de inseguridad, prefieres postergar decisiones no populares y evitar situaciones incómodas, cargadas de emoción, conflicto y disciplina; son demasiadas riesgosas porque colocan tu liderazgo en tela de juicio. Por ejemplo, disciplinar a un subordinado sería una confesión de que alguien de tu grupo falló, lo cual supone una revisión de qué sucedió con tu liderazgo. Así, pareciera más saludable posponer u obviar este proceso de corrección. Postergar decisiones incómodas como estas, solo crea una crisis que va aumentando con el tiempo. Cuando la situación, incómoda por demás, se hace insostenible y la gente exige correctivos para quien falló, aun cuando la decisión no te conviene, terminas haciéndolo para resguardar tu estatus. A diferencia de Pablo, te quejas de cualquier dificultad o adversidad que llega a tu vida.
TE PROTEGES CON TU PROPIA ARMADURA. Dios te ha dado toda la armadura que necesitas. Es efectiva contra los engaños del diablo y te permite resistir a Satanás y estar firme contra él y sus maquinaciones (gráfico 15). Solo tienes que, en humildad y sumisión, revestirte con la armadura que Él te ofrece: ceñida tu cintura con la verdad, vestido con la coraza de la justicia, calzado con el apresto del evangelio, colocado el yelmo de la salvación y tomando el escudo de la fe y la espada de la Palabra de Dios (Efesios 6:11–17).
Gráfico 15. Con la armadura de Dios puedes resistir en el día malo y mantenerte firme
El problema es que el tóxico te hace ignorar la armadura de Dios y construir otra, de tu «propia» fabricación. Realmente no es una armadura, sino una triste concha con la cual pretendes protegerte. La fabricas a partir de la falsedad de tu soberanía y autonomía. Usas esta concha para varias situaciones. En primer lugar, para resistir cualquier cuestionamiento de tu autoridad, habilidad o liderazgo; es una amenaza a tu seguridad y un insulto a tu soberanía y autonomía. Cualquier subordinado que se atreve a hacerlo corre serio riesgo de ser expulsado como traidor. En segundo lugar, usas la concha para no tener que revelarte cuando atacas a otros, ridiculizándolos, pues los percibes como amenaza o competición. Esta acción de minimizar los méritos de los demás, en lugar de mostrar los tuyos, te resulta más conveniente. Y en tercer lugar, la concha te sirve para guardar tu terreno (tu ministerio) y a tus vasallos (quienes trabajan bajo tu liderazgo). Ellos, terreno y vasallos, son el contexto y la materia prima para construir tu grandeza; por esa razón, deben estar dentro de tu concha. Permitir que otros te roben estos recursos, materiales y humanos, significaría que se están haciendo ricos a tus expensas, cuestión inadmisible en una competencia feudal. Desafortunadamente, esta concha no te sirve para resistir al diablo y esa es tu batalla principal (Efesios 6:12).
MANTIENES EL CONTROL SOBRE TUS VASALLOS. Un líder cristiano debe capacitar y perfeccionar a los que están bajo su cargo (Efesios 4:11–12). Dicho perfeccionamiento debe continuar «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13). En humildad y sumisión, el líder cristiano debe guiar a su grupo hacia el logro de su máximo potencial como creyentes (2 Timoteo 3:17).
Bajo la influencia del feudalismo democratizado tiendes a hacer lo opuesto: en vez de equiparles y ayudarles, prefieres mantenerlos en su lugar como «materia prima» que te respalda y te engrandece. Además, permitirles crecer es una amenaza para ti porque podrían convertirse rápidamente en tu competencia. Desde la óptica feudal, tu éxito y el éxito de tus subordinados son elementos excluyentes. Históricamente, muchos señores feudales murieron a manos de gente que habían sido sus amigos y súbditos.
SACRIFICAS A TUS VASALLOS PARA GARANTIZAR TU SEGURIDAD. La Biblia te dice que debes amar a los demás (Levítico 19:18; Mateo 22:39). También dice que «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Quiere decir que debes estar dispuesto a dar todo por los que están bajo tu cargo. Jesús, en sumisión humilde, dio su vida por nosotros.
Como hemos visto anteriormente, a diferencia de esta enseñanza bíblica, el tóxico te hace tratar a los demás como tus vasallos; si alguno de ellos se atreviese a obstruir o manchar tu grandeza, serías capaz de sacrificarlo con tal de garantizar tu seguridad. Tu afán por protegerte te lleva al extremo de utilizar un «chivo expiatorio» para librarte de la culpa por algún problema. Ahora, muchos dirán que jamás serían capaces de hacer esto, pero solo hay que observar qué pasa en un culto o en un ministerio cuando algo penoso o embarazoso sucede. Con mucha frecuencia el líder le echa la culpa a un subordinado (un chivo expiatorio).
CLONAS TU BURBUJA. Desde la perspectiva bíblica, Dios es todo y el hombre no es nada ni nadie en comparación con Él (1 Corintios 3:5–7). De igual manera, la opinión de Dios es todo y los pensamientos y opiniones humanas no son comparables con Él, especialmente si contradicen su Palabra (2 Corintios 4:5; 1 Timoteo 6:3–5). La meta bíblica es someter nuestro pensamiento a Cristo con humildad (1 Corintios 2:16; 2 Corintios 10:5).
Bajo la influencia del feudalismo democratizado, piensas de una manera muy distinta. Tu burbuja te hace el centro de tu universo, es decir, te transforma en un pequeño dios. Debido a este egoísmo, tu opinión, ideas y manera de vivir son «dignos» de clonar en el grupo (gráfico 16). Tiendes a replicar tu burbuja, más que el contenido estrictamente bíblico. De esta manera, logras tener vasallos que piensan igual que tú; consideras que esa vía, la clonación rápida y «eficiente», te convierte en un líder exitoso.
Gráfico 16. Debido a tu egoísmo, consideras que tu burbuja es «digna» de clonar en el grupo
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PREFIERES QUE TUS ALUMNOS NO CREZCAN DEMASIADO. Como hemos visto anteriormente, la Biblia enseña que los creyentes deben ser capacitados y perfeccionados y que esta capacitación debe continuar hasta que la persona logre su máximo potencial como creyente (Efesios 4:11–13; 2 Timoteo 3:17). Este proceso requiere que, en sumisión humilde, el maestro centre su atención en los estudiantes y no en él.
El feudalismo democratizado te obliga a pensar de una manera distinta. Como maestro, eres el señor del contexto educativo y tus alumnos son tus vasallos; ellos pueden crecer, pero solo hasta el punto en el cual se afirme tu habilidad, efectividad e importancia como maestro y tu ego se engrandezca. Cuando el crecimiento de tus alumnos es continuado, comienzan a representar una amenaza, pues no deben convertirse en competencia para ti. Según el pensamiento feudal de este tóxico, ningún vasallo debe eclipsar a su señor porque si lo hace, disminuye la grandeza de su mentor, podría convertirse en un nuevo señor y llegaría a ser su enemigo. Así, si tus alumnos comienzan a «crecer demasiado», utilizas todos los medios a tu disposición para frenar dicho avance, como ridiculizarlos o burlarte de ellos en la clase, obviar sus preguntas y comentarios o intentar aislarlos de los demás alumnos.
ENSEÑAS ACERCA DE TU BURBUJA MÁS QUE EL CONTENIDO ESTRICTAMENTE BÍBLICO. La meta bíblica es que los cristianos sometan su pensamiento a Cristo en humildad (1 Corintios 2:16; 2 Corintios 10:5; Efesios 4:13). Los líderes bíblicos que hacen discípulos procuran alcanzar esta meta: enseñar la Palabra de Dios y relegar sus propias opiniones e ideas a un segundo plano.
Una vez más, cuando estás intoxicado te comportas de una manera distinta. Bajo la influencia del feudalismo democratizado, tiendes a replicar tu burbuja y a enseñar tus creencias y opiniones, más que un contenido basado en la Biblia. Obviamente, crees en la Biblia, pero tienes tu propia interpretación de la Verdad y el egocentrismo de tu burbuja te obliga a enseñar esta única interpretación. Para ti es más fácil, seguro y feudal imponer tu burbuja que capacitar a tus alumnos para pensar por sí mismos; es una pérdida de tiempo. Lo que realmente buscas no es que ellos crezcan, sino que validen tu interpretación de la Biblia. La verdadera educación busca la transformación del alumno y esto requiere primero capacitarlo y ayudarlo a pensar por sí mismo y luego, permitirle caminar hacia el logro de su máximo potencial en Jesucristo. Entonces, clonar no es educar. Es una mera duplicación de un ser humano y no de Jesús.
DESVÍAS EL PROPÓSITO DEL DISCIPULADO. La Gran Comisión que nos fue encomendada por Jesús es sencilla y clara: «… haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado …» (Mateo 28:19–20). Por lo tanto, debemos buscar la transformación de vidas, la santificación de cada persona convertida (Romanos 12:2; 2 Corintios 5:17; 1 Tesalonicenses 4:3, 7). Esto requiere que todos, maestro y estudiantes, se sometan a Dios y a su Palabra y busquen, en humildad, la transformación que Él desea traer a sus vidas.
Sin embargo, en contextos educativos intoxicados, esa no es la meta. Como maestro feudal, solo te preocupas por transmitir información. Desvías la atención de lo verdaderamente importante – la transformación y la santificación – y te conformas con el anuncio de verdades y el cumplimiento de actividades que te permiten concretar y evaluar el archivo de lo transmitido. Lo más cerca que puedes llegar en la «transformación» de vidas es enseñar tu burbuja e imponerla sobre tus alumnos. Olvidas que la verdadera transformación es un proceso individual que requiere el análisis de la vida de cada uno de los alumnos y la aplicación de la Palabra de Dios a sus vidas, con la participación directa del Espíritu Santo. Este tóxico defiende la soberanía y autonomía de tus estudiantes intoxicados, quienes al igual que tú, se resisten a ese autoanálisis y aplicación; así pues, no hay tal transformación ni santificación.
IMPARTES UNA ENSEÑANZA SUPERFICIAL. Como vimos en el punto anterior, la enseñanza bíblica apunta hacia la transformación concreta, real, radical y profunda de las vidas de los estudiantes y del maestro. No es para nada un proceso superficial o meramente teórico. Es un proceso profundo que requiere la sumisión humilde de todos.
En cambio, el feudalismo democratizado te lleva por otro camino; en tanto limita la enseñanza a la transmisión de información en lugar de la aplicación, pasa a ser una enseñanza superficial y meramente teórica. Informas, pero no buscas la transformación. Enseñas verdades técnicamente bíblicas, pero sin animar a tus alumnos a que experimenten el poder transformador del Espíritu Santo. Si tus alumnos escuchan atentamente tus charlas y cumplen correctamente las actividades asignadas, son buenos alumnos, no importa la condición de su carácter. Bajo este tóxico, tu enseñanza apunta al cumplimiento de actividades más que a la transformación del carácter del alumno. Veremos más sobre esta tendencia en el próximo capítulo, en el cual abordaremos el tóxico del activismo.
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Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
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Te invito a aprovechar al máximo tu CONTEXTO NEUTRALIZADOR (grupo de apoyo), es una herramienta para combatir el feudalismo democratizado en las distintas áreas de tu vida.
Si tienes cónyuge, si tienes hijos, lo visto en este capítulo puedes aplicarlo a tu hogar (gráfico 17). La familia es el sistema de organización social básico, establecido por Dios. El feudalismo democratizado es un tóxico social que intenta destruir tu familia. Si padeces de este tóxico, tu hogar también está contaminado.
Te sugiero conversar francamente con tu cónyuge e hijos (si los tienes) acerca del contenido de este capítulo. Intenten, de manera sincera, aplicar el antídoto de la sumisión humilde a su hogar. Recuerden, no están solos en esta tarea; con la ayuda de Dios y el esfuerzo de todos, tu hogar será mucho más sano y feliz. Si eres el único creyente en tu familia, tendrás una extraordinaria oportunidad de mostrar con tu ejemplo, cómo Dios transforma vidas.
Gráfico 17. Aplica también la sumisión humilde a tu hogar
CAPÍTULO 3 – LA PIEDAD BÍBLICA NEUTRALIZA EL ACTIVISMO
En este capítulo indagaremos acerca del activismo, su antídoto e incidencia sobre la personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado
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A la luz de la Biblia, la actitud que subyace y motiva tus acciones y actividades es mucho más importante que las acciones y actividades mismas. A Dios le importa más el corazón que los hechos. El salmista David lo expresó así: «Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás.» (Salmo 51:16–17). Ahora, David no estaba abogando en favor de anular el sistema de sacrificios en el Antiguo Testamento, más bien estaba resaltando que acciones correctas hechas con actitudes o motivos incorrectos no agradan a Dios. Vemos en el Salmo 40 que el motivo del salmista era hacer la voluntad de Dios y guardar su Palabra. Esta debe ser también tu motivación. Dios valora la intención de tu corazón y tu entrega voluntaria y completa a Él. Es así como puedes vivir con la piedad bíblica.
¿Qué es la piedad bíblica? Es un estilo de vida que implica hacer la voluntad de Dios en el contexto en que vivimos (Tito 2:12; Juan 9:31). Para el griego (idioma original del Nuevo Testamento), piedad es sinónimo de ‘temeroso de Dios’. La piedad bíblica nace del concepto bíblico de la realidad y forma parte de las virtudes cristianas (1 Timoteo 3:16; 6:11). Es provechoso para todo y produce buenas obras que agradan a Dios (1 Timoteo 2:10; 4:7–9; 6:6). Es dedicarse en lo más profundo del corazón y espíritu a hacer la voluntad de Dios y a guardar su Palabra; como cristiano, este es el anhelo de tu corazón. Con la piedad bíblica, tus buenas obras son el fruto de tu corazón transformado, es decir, ser deriva en hacer.
El tóxico del activismo interfiere en este propósito, pues te dice que alcanzas piedad cuando cumples las actividades correctas. Mientras la piedad bíblica te dice que el cumplimiento de las actividades correctas es consecuencia de tu fe en Jesucristo y de un corazón transformado, bajo la influencia del activismo, tus «buenas obras» son la semilla y no el fruto de ese corazón, en otras palabras, hacer conduce a ser. De esta manera, el tóxico desplaza tu piedad hacia el lado meramente teórico de tu vida (ver gráfico 6, capítulo 1). Cumples actividades, pero de una manera más superficial que real. En tu «seudocorazón» guardas la intención y motivos correctos, pero tu corazón real permanece inalterado. A esto se llama «seudopiedad» o piedad falsa; nace de las obras y aparenta una vida religiosa santa, pero carece del poder transformador necesario para desarrollar la piedad bíblica (2 Timoteo 3:5). Para que puedas guardar una piedad verdadera, tal y como lo expone la Palabra, es necesario permitir que Dios cree en ti un corazón limpio y un espíritu recto (Salmo 51:10); estos vienen de Dios y no de tus obras.
Manteniendo la secuencia del capítulo anterior, en esta oportunidad estudiarás cómo el activismo afecta diferentes facetas de tu vida y cómo aplicar el antídoto específico para cada una de ellas. Antes, es necesario advertirte acerca del riesgo común en las congregaciones cristianas de intentar combatir el activismo con la indolencia, un «seudoantídoto» destructivo para el crecimiento del cuerpo de Cristo (gráfico 18).
Gráfico 18. El «seudoantídoto» de la indolencia no combate el activismo
ADVERTENCIA: la indolencia no combate el tóxico del activismo. Según el Diccionario de la Real Academia (2001) indolencia es flojera, insensibilidad. La Biblia rechaza la flojera de manera categórica (Proverbios 6:9; Eclesiastés 4:5). También la insensibilidad (Jeremías 5:21; Mateo 13:15). Este «seudoantídoto» te paraliza y debilita tus esfuerzos ministeriales (Proverbios 13:4); no hacer nada jamás combatirá el activismo, únicamente desvía tu atención de la piedad bíblica, el verdadera antídoto. Por tanto, no uses la indolencia para intentar neutralizar el activismo.
La Biblia dice que el cumplimiento de actividades es importante. Eres salvo para hacer buenas obras, las cuales muestran tu fe y evidencian un testimonio que el mundo no puede negar (Efesios 2:10; Santiago 2:18; 1 Pedro 2:12). Quiere decir que no hay base bíblica para un cristiano ocioso (2 Pedro 1:5–8; Tito 3:8). Debes estar ocupado haciendo buenas obras por las razones correctas.
Con esta advertencia, analicemos ahora los efectos del activismo sobre algunas áreas de tu vida.
EVITAS TU QUEBRANTAMIENTO. Como vimos en el capítulo 1, Dios desea que tengas un espíritu y corazón quebrantados (Salmo 51:10, 16–17; Ezequiel 36:26). De este modo, le das permiso a Dios para crear en ti un corazón limpio y un espíritu recto, capaces de hacer su voluntad y guardar su Palabra. De este corazón y espíritu fluye la piedad bíblica, es decir, las buenas obras, hechas con actitud y motivos correctos (Lucas 6:45).
El activismo causa un cortocircuito en este proceso. Te dice que «hacer conduce a ser»; por lo cual, por hacer obras únicamente, puedes transformar lo que eres. No parecen necesarios ni el quebrantamiento ni el contexto neutralizador porque puedes lograr un corazón limpio y un espíritu renovado y recto, simplemente por hacer las actividades correspondientes.
CONFÍAS EN FUENTES INADECUADAS DE TRANSFORMACIÓN. Dios es la única fuente verdadera para transformar tu vida y el único capaz de perfeccionar su obra en ti: «… el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1:6). Tu transformación no depende de tus obras (Efesios 2:8–9; Gálatas 3:3); solo es posible a través de su Palabra y de la acción del Espíritu Santo en tu vida (2 Timoteo 3:16–17; Tito 3:5). Cuando te entregas a Dios y permites que el Espíritu Santo obre en ti, uno de los resultados es la piedad bíblica.
El activismo te hace creer que tu transformación comienza y se sostiene con tus obras; por ello, confías en programas y esfuerzos humanos con el ideal de que serán suficientes para cambiar tu vida y alcanzar la santificación (gráfico 19). Este es uno de los efectos más peligrosos de este tóxico: te obliga a seguir el camino incorrecto hacia tu transformación. El asunto es que tus acciones no son la base para transformar tu realidad, no son útiles para generar los cambios que deseas. Puedes colgar manzanas de un pino, pero no lo has convertido en manzano. Solo Dios puede cambiar la naturaleza de una entidad o de una persona.
Gráfico 19. Contaminado con este tóxico, confías en programas y esfuerzos humanos
CONFUNDES «HACER» CON MADURAR. La Biblia te dice que tu madurez como cristiano viene por permitir que el Espíritu Santo aplique la Palabra de Dios a tu corazón y mente (Juan 16:13; 2 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:15–17); el resultado es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23). Eres una persona nueva, una nueva criatura (2 Corintios 5:17). De este corazón transformado fluyen tus acciones, las cuales son desarrolladas en la piedad bíblica (Efesios 6:6–7; Colosenses 3:23).
Como vimos anteriormente, para la Biblia ser deriva en hacer, pero el tóxico del activismo invierte esta verdad y te dice que hacer conduce a ser. Si asistes con regularidad a los cultos de tu iglesia y cumples con las actividades del ministerio donde sirves, eres santo; si cumples las actividades de un programa de discipulado, estás madurando; si realizas muchas actividades de esas que un cristiano normalmente cumple (leer la Biblia, ofrendar, evangelizar, entre otras), te conviertes en un cristiano «maduro», a pesar de lo que tu vida cotidiana pueda manifestar. Confundes meras acciones con la madurez genuina. «Aplicas» las verdades bíblicas a tu comportamiento, pero no a tu corazón. Bajo los efectos de este tóxico, a mayor cantidad de actividades, mayor santidad.
APARENTAS HABER SIDO TRANSFORMADO. Dios quiere que vivas una vida íntegra, sin fingimiento (Romanos 12:9; Efesios 4:25). La piedad bíblica caracteriza esta vida. Dios también desea que la integridad de tu vida sea examinada continuamente (Mateo 7:16; 2 Corintios 2:9; 1 Timoteo 3:10). Dios no se agrada ni tolera cuando aparentamos ser lo que no somos, es decir, cuando mentimos (Mateo 23:23–28); la Biblia ilustra la posición divina acerca de aparentar en el relato de Ananías y Safira (Hechos 5:1–11).
El activismo, por confundir acciones con madurez, te hace aparentar una transformación que no existe, una «seudotransformación» basada en tu «seudocorazón» y «seudorealidad» (¿recuerdas el gráfico 6, capítulo 1?). La iglesia, como cuerpo de Cristo, por la Palabra y con la ayuda del Espíritu Santo, debe estar preparada para develar lo que se esconde detrás de la aparencia (gráfico 20). Tiene la responsabilidad de examinar la vida de sus integrantes (Hechos 6:3; Mateo 7:16); cuando no lo hace, acepta lo que aparentamos, valida nuestras actividades y acredita nuestra «seudotransformación». Se convierte en una iglesia igualmente intoxicada.
Gráfico 20. La iglesia, por la Palabra y con la ayuda del Espíritu Santo, debe examinar lo que se esconde detrás de la aparencia
DECLARAS MADUREZ BASÁNDOTE EN UNA LISTA DE ACTIVIDADES CUMPLIDAS. La Palabra de Dios es clara cuando afirma «Por sus frutos los conoceréis …» (Mateo 7:16a), pero Jesús no se está refiriendo ni a cantidad de actividades ni a un examen superficial de esos frutos. Al leer el pasaje completo, observamos que Él se refiere a la naturaleza de estos frutos (Mateo 7:16–20). De la misma manera, Juan el bautista dijo a los fariseos y saduceos (expertos en aparentar una madurez religiosa) «Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento» (Mateo 3:8). Tanto Jesús como Juan el bautista enfocaron la piedad bíblica. En contraste, el mero hecho de cumplir cierta cantidad de actividades de una manera mecánica o ritual, no significa que hayas alcanzado la madurez o espiritualidad que dichas actividades supuestamente representan y que tu grupo acepta y avala (Isaías 29:13; Malaquías 1:10; Mateo 23:14).
Para el tóxico del activismo, hacer no solo es ser, es también crecer: mientras más acciones, mayor crecimiento. Entonces, al alcanzar cierta cantidad de actividades cumplidas, la iglesia te puede declarar cierto nivel de madurez; sin importar que no haya evidencia de cambios genuinos, el tóxico te hace creer que estos llegarán «automáticamente» como consecuencia de las actividades cumplidas. Esto es falso porque madurez y crecimiento son conceptos mucho más profundos; su origen está en el ser y no en el hacer. El activismo no lo percibe de esta manera, por eso nuestras iglesias tienen entre sus miembros a cristianos inmaduros que han cumplido con la lista de actividades encomendadas y a quienes se les otorgan certificados de «madurez» (cursos, talleres, programas, congresos, seminarios, etcétera), aun cuando no evidencian una transformación genuina.
Este pensamiento erróneo también puede desplazarse hacia el futuro, es decir, solo con la promesa de cumplir (en un mes, en un año) tal o cual proyecto o conjunto de actividades, crees que el objetivo deseado está asegurado y, por consiguiente, tu madurez está «garantizada». Es como si obtuvieses el certificado antes de cumplir con lo pautado. El activismo puede contagiar con este falso pensamiento a un creyente o a toda la congregación.
DEDICAS MÁS TIEMPO A LAS ACTIVIDADES QUE A LA TRANSFORMACIÓN ANHELADA. Para la piedad bíblica, actividades de desarrollo y formación espiritual, como leer y estudiar la Biblia, orar, adorar, buscar la voluntad de Dios, son prioritarias en comparación con tus demás actividades, aun las ministeriales (Salmo 84:10; Mateo 6:33; Marcos 6:30–32; Lucas 10:38–42); esto agrada a los ojos de Dios.
El activismo te hace creer que mientras más tiempo dedicas a hacer actividades, más creces; puedes fácilmente encontrarte en una situación donde estás tan ocupado cumpliendo actividades del ministerio que no tienes tiempo para madurar como cristiano. De esta manera, tu tiempo para la meditación, reflexión y comprensión de lo que Dios quiere para tu vida y que a Él le agrada, es afectado de manera significativa. El tóxico te ciega y, al igual que Marta, no notas que el tiempo que dedicas a tus actividades está entorpeciendo tu madurez. Sufres de un estancamiento espiritual – las ruedas giran a alta velocidad, pero no progresas.
DESARROLLAS UNA «MADUREZ» ÚNICAMENTE TEÓRICA. La madurez genuina brota de un corazón transformado por la Palabra de Dios (Salmo 37:30–31; Proverbios 2:2, 10; 14:33; Lucas 6:45). La piedad bíblica toma esta madurez y la aplica a la totalidad de tu ser; de allí viene la santificación integral. En palabras de Marcos 12:30: «y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza».
El activismo es un tóxico que niega esta óptica integral y fragmenta tu vida en dos: un lado real y un lado teórico (gráfico 6, capítulo 1). Bajo su influencia puedes «aceptar» la Palabra de Dios como verídica, pero aislada de tu realidad; la archivas en tu «seudocorazón» y en tu «seudorealidad». Como consecuencia, tus reflexiones sobre esta Palabra tienden a ser «seudopensamientos» formulados en teoría. Tu madurez espiritual es más teórica que real, tal como sucedió en el tiempo de Isaías: «Dijo entonces el Señor: Por cuanto este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de mí su corazón, y su veneración hacia mí es solo una tradición aprendida de memoria» (Isaías 29:13). Siglos después, Jesús mencionó el mismo texto al referirse a la actitud hipócrita de escribas y fariseos, quienes aparentaban una madurez espiritual basada únicamente en su conocimiento y cumplimiento teóricos de la ley (Mateo 15:7–9).
VIVES SEGÚN TU ÉTICA PERSONAL Y NO LA BÍBLICA. Los creyentes tenemos la Biblia como nuestra guía de fe y comportamiento; es una guía ética (conjunto de normas absolutas procedentes de una autoridad superior e independiente de nosotros), la cual debemos seguir todos los días (Proverbios 1:7, 33; Salmo 73:24; 119:93, 133; 2 Timoteo 3:16–17). La piedad bíblica nos impulsa a obedecer la Palabra de Dios y a aplicarla a toda faceta de nuestra vida, especialmente a áreas fundamentales como nuestro corazón y concepto de la realidad. Nos impulsa a vivir de una manera ética.
Como vimos en los párrafos anteriores, el tóxico del activismo segmenta tu vida y te persuade a archivar la Palabra en el lado teórico de esta vida fraccionada. Cuando esto sucede, se distorsiona la Biblia; en vez de ser tu guía ética absoluta, es solo tu guía teórica. En el lado real de tu vida, solo tienes como guía tu concepto no transformado de la realidad (tus opiniones y preferencias personales, las ideas de tus amigos y de tu líder, los valores de tu sociedad, entre otros). Deseas seguir la Biblia, pero tu intoxicación, ahora sin la guía de la ética bíblica, te lleva desenfrenadamente hacia cualquier opción que luzca útil para tu propósito y capaz de traer provecho inmediato. Te interesa más la utilidad y oportunidad de una opción que su rectitud ante la Palabra de Dios; te interesa más tu éxito personal, basado en la superficialidad de tus acciones y en la conveniencia de tus decisiones.
PRACTICAS UNA RELIGIÓN, NO VIVES LA TRANSFORMACIÓN. La piedad bíblica es el modo como Dios quiere que actúes en todo momento. Su acción sobre tu vida es dinámica y transformadora, pues implica someterte a la Palabra de Dios y al Espíritu Santo, únicas fuentes de transformación verdadera (2 Timoteo 3:16–17; 2 Corintios 3:17–18). Con la piedad bíblica y desde tu corazón transformado, tus acciones son genuinas y verdaderamente eficaces, pues están llenas de propósito real y bendición divina.
Intoxicado con el activismo, tus acciones son solo rituales, vacías de todo poder transformador; desvían tu atención y te hacen pensar que el simple cumplimiento te transformará. Por esa razón, solo practicas una religión. No te das cuenta de que tus acciones son más bien «seudoacciones», realizadas solo en teoría. Ninguna de ellas toca la realidad de tu corazón. Por ejemplo, cada cierto tiempo confiesas con lágrimas tu falta de dedicación y madurez (gráfico 21); te sientes mejor por la descarga emocional, pero tu realidad permanece intacta, sin una verdadera transformación (ver Malaquías 2:13–14).
Gráfico 21. Confiesas con lágrimas tu falta de dedicación y madurez, pero tu realidad permanece intacta
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
Efectos sobre las relaciones interpersonales
ESTÁS TAN OCUPADO QUE NO TIENES EL TIEMPO PARA DESARROLLAR RELACIONES INTERPERSONALES SANAS. En Romanos 12:3–8 y 1 Corintios 12:12–27 la Biblia describe las relaciones interpersonales que deben existir entre hermanos. Esta descripción subraya la interdependencia y la sumisión mutua dentro del grupo, elementos que requieren tiempo para ser desarrollados. Solo la piedad bíblica, con su perspectiva integral que aplica la Biblia a toda faceta de tu vida, te permite dedicar tiempo para cultivar tu amistad con Jesús y con los otros, tanto en tu grupo familiar como en el ministerio (Juan 15:14–15). Este tipo de relaciones sanas y en armonía, contribuyen con tu crecimiento y el de la iglesia.
El tiempo que dedicas a las relaciones sanas disminuye de manera significativa cuando permites que el tóxico del activismo entre en acción. Te sumerge en una agenda apretada que no te da el tiempo para compartir, encontrarte con tus amigos, visitarles, pasar tiempo conversando con ellos, leer la Biblia, hablar con Dios, entre otras actividades fructíferas. Saludas a la gente cada domingo, pero no tomas el tiempo para escuchar cómo ellos responden a tu pregunta «¿cómo estás?»; dices que tienes amigos íntimos, pero no sabes cómo le fue en el día de ayer ni cómo amaneció su familia hoy. Necesitas escuchar la voz de Jesús cuando dijo a Marta «… tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria …» (Lucas 10:41–42).
CREES QUE «HACER ACTIVIDADES JUNTOS» ES SUFICIENTE PARA CULTIVAR RELACIONES INTERPERSONALES. Cuando compartes con otros, a la luz de la piedad bíblica, se origina un estar juntos porque existe un mismo sentir, un miso amor, un mismo espíritu y un mismo propósito (Filipenses 2:2). A estas cualidades se suman la interdependencia y sumisión mutua, mencionadas en el apartado anterior. Por esta razón, podemos decir que las relaciones interpersonales sanas exigen una base que incluye similitud de carácter (coincidencia de visión, misión, valores, filosofía, mentalidad, planes, ópticas), confianza mutua e interdependencia (2 Corintios 7:16; Efesios 4:16). Quienes ejercen la piedad bíblica atendiendo a estas características, desarrollan relaciones interpersonales que sobrepasan la superficialidad del «hacer juntos».
En cambio, el activismo tiende a reducir el logro de cualquier objetivo al cumplimiento de las actividades que corresponden a este objetivo. Este tóxico te obliga a sustentar tus relaciones interpersonales en el «hacer actividades juntos». Por ejemplo, convocas un retiro, pasas tiempo con tus hermanos y crees que de allí, automáticamente, saldrán más unidos. La verdad es que aunque eventos de este tipo pueden fortalecer una unión ya existente, no constituyen su base. La similitud de carácter, la confianza mutua y la interdependencia no se adquieren de una manera tan artificial y mecánica.
CREES QUE POR «COMPARTIR ACTIVIDADES» ESTÁS COLABORANDO EN EL LOGRO DEL OBJETIVO COMÚN. Colaborar es muy importante en el desarrollo de tu ministerio dentro del cuerpo de Cristo (3 Juan 1:8; Efesios 4:16). Tal como se vio en el apartado anterior, la piedad bíblica, basada en la similitud de carácter, la confianza mutua y la interdependencia, provee la base de las relaciones profundas y sanas. Únicamente sobre este fundamento es posible que cada miembro del grupo participe de manera activa en el logro del objetivo común; de esta manera, la colaboración es un rasgo de la piedad bíblica que fluye cuando hay similitud de carácter, confianza mutua e interdependencia (gráfico 22).
Gráfico 22. La colaboración se basa en similitud de carácter, confianza mutua e interdependencia
Siendo que el activismo reduce el logro de objetivos únicamente al cumplimiento de las actividades, «compartir actividades» se convierte en tu meta, creyendo que eso te hace un gran colaborador. Con la presencia de este tóxico en tu vida descuidas la esencia de la colaboración que es hacer actividades basadas en la similitud de carácter, confianza mutua e interdependencia. Es importante comprender que actividades comunes no conllevan a la colaboración, sino que se derivan de ella.
DUPLICAS ACTIVIDADES EN LUGAR DE IMITARLAS. La Biblia aprueba la acción de imitar a otros que imitan a Jesús (Efesios 5:1; 1 Corintios 11:1); desde la óptica de la piedad bíblica, esta acción involucra reproducir en su totalidad los elementos que subyacen y dan a luz al comportamiento que se desea imitar. Hay que reproducir su visión, misión, valores, filosofía, mentalidad. En otras palabras, hay que reproducir su carácter y su concepto de la realidad. Por ello, Pablo propone en Filipenses 3:17 «Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros». Quiere decir que en la piedad bíblica únicamente es posible imitar lo que es digno, lo que es un buen ejemplo (2 Tesalonicenses 3:7–9; 2 Timoteo 1:5; Hebreos 13:7).
En contraste con esta visión bíblica, el tóxico del activismo te hace creer que imitar es solo duplicar actividades. Piensas que si haces algo igual que la otra persona, eres igual a ella (hacer conduce a ser), excluyendo así las verdaderas motivaciones que impulsan a la otra persona a actuar de tal o cual manera. Para el activismo, duplicar no requiere de contenido real, solo basta la acción de copiar mecánicamente.
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
CONFUNDES EL CUMPLIMIENTO DE ACTIVIDADES CON SER UN BUEN LÍDER. Dios nos pide: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida» (Proverbios 4:23); por consiguiente, el corazón de un líder y no sus acciones, es lo que determina su idoneidad (1 Reyes 15:1–3; 1 Crónicas 29:19; Daniel 1:8). En esta piedad bíblica se habla del corazón real y no del «seudocorazón»; de allí provienen las acciones de un buen líder. Si quieres ser un buen líder, debes desarrolla primeramente un corazón que busque a Dios y su Palabra.
Como responsable de un grupo e intoxicado con el activismo, te confundes y crees que el cumplimiento de actividades basta para sentirte un buen líder. De nuevo, este tóxico te presenta una respuesta superficial, frágil, carente de contenido real. Por eso, puedes hacer muchas cosas «buenas» («seudoacciones»), pero tu corazón real no está respaldando estas acciones; en consecuencia, no tienen valor para Dios (Lucas 11:42; Marcos 7:6–9; Oseas 6:6).
ASUMES QUE CUMPLIENDO ACTIVIDADES ESTÁS TRANSFORMANDO VIDAS. Para la piedad bíblica tu corazón transformado por la acción del Espíritu Santo alinea tus pensamientos y acciones con la voluntad de Dios expresada en su Palabra (Santiago 1:22–25; Mateo 3:8; 1 Tesalonicenses 2:13); demuestras un hacer bíblico, tus acciones fluyen de tu corazón. Por consiguiente, como líder que anima la transformación de los que están bajo su dirección, colocas más énfasis en la transformación de corazones que en las actividades cumplidas.
Bajo la influencia del activismo piensas de una manera distinta. Si la gente bajo tu dirección está ocupada cumpliendo las actividades correctas, entonces crees que dichas acciones los están transformando. Además, basándote en el logro de ciertas actividades, puedes certificar «oficialmente», con un diploma, la supuesta transformación (por ejemplo, culminar un programa de discipulado). Una vez más, este tóxico te presenta un cuadro superficial y carente de sustancia real porque valida la opinión de que hacer conduce a ser. La verdad es que meras acciones no son confiables para generar o medir una transformación deseada (Oseas 6:6; Isaías 29:13; Mateo 23:23).
ERES INCONSTANTE, INESTABLE Y DESENFOCADO. La piedad bíblica anima a todo creyente a ser constante y perseverante; esto vale de manera especial para los líderes (1 Timoteo 4:16; Tito 3:8; 2 Corintios 6:4–5). Solo con la constancia y la perseverancia puedes lograr la estabilidad y enfoque que resaltó Pablo cuando escribió a un joven pastor llamado Timoteo y le dijo: «Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción» (2 Timoteo 4:2). El ministerio necesita que los líderes desarrollen estos rasgos.
Intoxicado con el activismo, te comportas de una manera muy distinta. Como vimos en la sección sobre los efectos de este tóxico en tu personalidad, vives según tu ética personal y no la bíblica. Tomas decisiones sin analizar más allá de su utilidad y oportunidad inmediata. Este es un criterio muy personal y muy variable; un día cierta opción te parece ser la más útil y provechosa, al día siguiente otra opción puede toma su lugar. Como líder, pasas de una solución a otra y a otra. Eres inestable porque no gozas de la solidez que se encuentra en la ética bíblica, pues esta es un conjunto de normas que son absolutas en todo contexto e independientes de tu valoración y opinión. Necesitas vivir según la ética bíblica.
DESCUIDAS LA PLANIFICACIÓN Y ORGANIZACIÓN. Planificación y organización son importantes para la Biblia. Los libros de Mateo 7:24–27 y Lucas 6:47–49 se refieren a la importancia de planificar adecuadamente la construcción de una casa, en especial su cimiento; Lucas 14:28–33 enfatiza la necesidad de considerar el costo de un proyecto antes de emprenderlo; Hechos 6:1–7 expresa el valor de ser eficientes en la organización de la comunidad eclesiástica (elección de los siete diáconos). Como se puede observar, bajo la piedad bíblica un líder analiza distintas variables al momento de emprender un proyecto: viabilidad, costos, recursos (materiales y humanos), ventajas y desventajas, entre otros; de igual manera, actúa con prudencia, consulta con otros antes de tomar decisiones. En fin, un líder cristiano valora las acciones de planificación y organización y transmite esta idea a su grupo.
El activismo te hace ignorar estos procesos por considerarlos de menor importancia; un líder intoxicado necesita resultados visibles e inmediatos y la planificación y organización son consideradas un tiempo perdido (gráfico 23). Te interesan más las actividades visibles que ofrezcan un fuerte sentido de «acción» y «productividad» (todos notan casi de inmediato tu participación y esto te confirma que estás «logrando» algo). Para ti, planificar y organizar no son acciones visibles ni conllevan a resultados inmediatos, por lo cual te conviertes en un líder que solo reacciona ante las contingencias, sin tomar las previsiones pertinentes. A la luz de la piedad bíblica, tu liderazgo es ineficiente, inmaduro y ciego.
Gráfico 23. Actividades como la planificación y la organización te parecen un tiempo perdido
EXIGES EL RECONOCIMIENTO POR TU «ÉXITO PERSONAL». Para la piedad bíblica, el éxito se basa en la prosperidad que Dios trae a nuestras vidas: «Te ruego, oh Señor, que tu oído esté atento ahora a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre; haz prosperar hoy a tu siervo, y concédele favor delante de este hombre.…» (Nehemías 1:11). La prosperidad bíblica existe como consecuencia de meditar en su Palabra y guardarla en su totalidad (Josué 1:8); es un concepto divino que merece ser rescatado de su significado superficial y distorsionado desde el cual, en el ámbito secular, solo se alude al éxito económico. El líder cristiano trabaja con dedicación en su ministerio, pero reconoce que el crecimiento viene de Dios (1 Corintios 3:6–7). Por esta razón, solo Él es digno de recibir la alabanza y gloria (Daniel 2:23, 26–28; Salmo 18:3). Bajo la piedad bíblica, nuestra responsabilidad es vivir en integridad y buscar primeramente el reino de Dios y su justicia; lo demás nos será añadido, incluyendo el crecimiento de la obra (Josué 24:14; Mateo 6:33).
Bajo los efectos del activismo, demuestras un comportamiento inadecuado. El tóxico te impulsa a confiar en tus propios esfuerzos, decisiones y hechos. Piensas que has creado tu propio éxito y aunque reconoces teóricamente la participación de Dios en este proceso, queda relegada a un segundo plano en tu mente. Crees que eres el hacedor y merecedor de ese éxito; eres un pequeño dios. Buscas tu reconocimiento «justo» en la aprobación de otros, el crecimiento numérico de tu grupo, el aumento de tu base financiera para futuros proyectos, entre otros premios.
CREES QUE ADVERSIDADES, PRUEBAS Y TRIBULACIONES SON SITUACIONES QUE DEBES EVITAR. La Biblia enseña que la adversidad, las pruebas y la tribulación son oportunidades para crecer y formar tu carácter como cristiano; también son motivo de gozo (Santiago 1:2–4). Los momentos de dificultad fortalecen tu fe (1 Pedro 1:6–7). Para el líder que vive según la piedad bíblica, las dificultades son aceptadas de la mejor manera y en ellas se gloría (Romanos 5:3–5).
A diferencia de esto, para el tóxico del activismo, adversidades, pruebas y tribulaciones son percibidas como estorbos o barricadas que interfieren en tu afán por hacer; es así como procuras evitarlas y con ello, estancas el proceso del desarrollo de tu carácter y de tu fe. Cuando no es posible evitarlas, en lugar de aprovechar esta oportunidad para gozarte y crecer con la ayuda de Dios, las ignoras y prefieres creer que no te afectan. Por ejemplo, cuando en un grupo se presentan diferencias de opiniones con el líder y esto causa retraso en el avance de la actividad programada, el líder intoxicado actúa de esta manera: evita la conversación directa con los involucrados para escuchar sus opiniones y resolver la controversia; considera que dichas personas son un «estorbo» para su objetivo principal (hacer); los ignora. En casos extremos, son silenciados o excluidos del grupo.
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
CONFUNDES CUMPLIR ACTIVIDADES CON SER UN BUEN MAESTRO O ESTUDIANTE. Dios en su Palabra nos ruega que guardemos nuestro corazón (Proverbios 4:23). Para Él, es lo más importante y digno de la mayor atención y dedicación (1 Samuel 16:7b). Guardar el corazón es fundamental para el desarrollo de la piedad bíblica y debemos hacerlo en todas las áreas de nuestra vida, por ejemplo, el ser maestro o estudiante. El buen maestro o estudiante cristiano, al cumplir diversas actividades, siempre mantiene el interés y la dedicación en la fuente de dichas actividades: su corazón. De esta manera, al ejercer la piedad bíblica, sus acciones nunca son más importantes que su carácter (1 Crónicas 29:19; Mateo 12:35).
El tóxico del activismo lo percibe de otra manera. Como maestro o estudiante intoxicado, confundes cumplir actividades con ser un buen maestro o estudiante. Si cumples tus deberes, eres un buen maestro o estudiante, sin importar qué tipo de carácter puedas manifestar; si calificas tus tareas a tiempo, eres un buen maestro; si logras una buena nota en tu examen, eres un buen estudiante (gráfico 24). Adicionalmente, mientras más visible y tangible sea la actividad, más importante es para ti. Así, actividades invisibles e intangibles, como la transformación de tu carácter o de los caracteres de tus estudiantes, están eclipsadas por las más «notables», como tareas, exámenes o charlas. Necesitas el enfoque de la piedad bíblica para corregir esta deficiencia.
Gráfico 24. Según la óptica intoxicada, si cumples tus deberes, eres un buen maestro
CONFUNDES SABIDURÍA CON EL CUMPLIMIENTO DE ACTIVIDADES. Para la Biblia y la piedad bíblica, sabiduría se relaciona con la comprensión y aplicación a tu vida de las verdades aprendidas; enfoca más hacia el corazón y al carácter del creyente, en lugar de sus acciones (Salmo 90:12; Proverbios 2:10–11). Quiere decir que las acciones están incluidas, pero como fruto o evidencia de esta sabiduría (Santiago 3:13). La Palabra de Dios valora la acción de hacer, pero este hacer se refiere, tal como lo expresa Santiago, al cumplimiento de su Palabra traducido en acciones que fluyen del corazón y que evidencian una verdadera transformación: «Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos» (Santiago 1:22). El oidor olvidadizo solamente cumple una actividad sin aplicarla a su vida. El verdadero hacedor de la Palabra, no solo cumple las actividades, sino también aplica lo aprendido a su vida (Santiago 1:23–25).
El activismo invierte esta fórmula. Identificas hacer las actividades con comprender y aplicar las verdades aprendidas. Como alumno, si realizas bien tus tareas y exámenes, has comprendido y aplicado tu lección. Como maestro, crees que por cumplir las tareas únicamente, tus alumnos «han aprendido mucho», entonces son sabios; sin importar si aplican estas enseñanzas a su vida cotidiana. Este rasgo abre la puerta para un discipulado superficial y muchas veces, inútil.
CREES QUE TUS «BUENAS OBRAS» TRANSFORMAN TU VIDA. La piedad bíblica enfoca la transformación como un proceso que abarca toda faceta de tu vida (Romanos 12:1–2; Efesios 4:13; Colosenses 1:28); de esta nueva vida fluyen tus buenas obras (Lucas 6:45; Hebreos 10:23–24; Santiago 2:18). De esta manera, tu transformación sucede previa a tus buenas obras, te habilita para lograrlas y sirve como base subyacente para que estas obras sean genuinas y no fingidas o vacías.
El tóxico del activismo invierte este proceso. Bajo su influencia, crees que la transformación de tu vida es producto de la realización de buenas obras. Por ejemplo, en un aula intoxicada las actividades – «buenas obras» – como el anuncio de verdades y el cumplimiento de tareas y exámenes, son lo prioritario porque permiten «alcanzar» la transformación del alumno. Ambos, maestro y alumno, se mantienen en un plano superficial; parece que enseñan o aprenden, pero la realidad y corazón permanecen sin cambio. Si anhelas ser un buen maestro o un buen alumno, permítale a Dios transformar primeramente tu corazón y las buenas obras fluirán para el crecimiento de tu vida y del ministerio en el cual le sirves.
EVALÚAS LA MADUREZ BASÁNDOTE EN UNA LISTA DE ACTIVIDADES CUMPLIDAS. Como líderes cristianos (maestros o alumnos) estamos comprometidos con la madurez de otros; Colosenses 1:28 lo expresa de esta manera: «A Él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo». La piedad bíblica, con su énfasis en aplicar la Palabra de Dios a toda faceta de nuestra vida, exige que esta madurez abarque todos los aspectos de nuestras vidas y que sea constantemente evaluada para alcanzar la perfección en Cristo. El apóstol Pablo, en 1 Timoteo 3:2–12 y Tito 1:5–9, propuso criterios para evaluar esta madurez; ambos pasajes contemplan la evaluación de candidatos a ser ancianos y diáconos, respectivamente. Llama la atención el hecho de que esta evaluación consistió en una revisión de la vida misma de los candidatos. En otras palabras, la evaluación se basó en un examen detallado de la vida del aspirante, dentro y fuera de la iglesia. Lo dicho por Pablo sigue vigente; para la piedad bíblica, ser un cristiano maduro implica ser íntegro, y en consecuencia, actuar con integridad.
A diferencia de esta posición, el tóxico del activismo te hace creer que cuando tus alumnos hayan logrado una cantidad suficiente de actividades (por ejemplo, cuando terminan un programa de discipulado) puedes con ello evaluar su «madurez» y certificar su «crecimiento». Es así como la entrega de diplomas, certificados u otras formas de reconocimiento oficial, se convierten en una especie de «garantía» de madurez espiritual. Los alumnos reciben esta constancia sin importar el desarrollo de su carácter o la transformación de su vida. El grado de intoxicación es tal que su proceso de transformación genuina sufre un estancamiento; los alumnos, con diploma en mano, creen que ya no es necesario crecer más porque tienen un documento oficial que «certifica» su madurez (ver gráfico 25). Es necesario reiterar que el mero cumplimiento de actividades no garantiza la madurez espiritual (Mateo 23:14, 23; Marcos 7:8–9). Ciertamente, tus objetivos principales como maestro siempre fueron el desarrollo del carácter y la transformación de vidas, pero el tóxico del activismo penetró en tu vida y te desvió de ese propósito.
Gráfico 25. El activismo te hace creer que un diploma es garantía de madurez espiritual
INVIERTES LA VERDAD BÍBLICA ACERCA DE LA TRANSFORMACIÓN. Como hemos visto a lo largo de este capítulo, la Biblia enseña que la transformación debe ocurrir primero en tu corazón para que luego las acciones surjan como fruto de ese corazón transformado (Proverbios 4:23; Lucas 6:45). De este modo, cuando guardamos esta secuencia, el Espíritu Santo actúa en nosotros y nos provee del poder necesario para que dichas acciones fluyan de manera natural. Un maestro o alumno que actúa según la piedad bíblica, permite que Dios cree un corazón y espíritu nuevos en él; el resultado es la transformación de su vida, a través de la renovación de su entendimiento y de su concepto de la realidad (Salmo 51:10; Romanos 12:2).
El activismo invierte esta verdad bíblica y te hace creer que tu corazón es fruto de tus acciones. En el contexto del discipulado y bajo la influencia de este tóxico, escoges el cumplimiento de actividades como tu punto de partida para la transformación del carácter de otros. Por ejemplo, sugieres a tus alumnos limpiar los baños de la iglesia para que desarrollen humildad. Ciertamente, tus estudiantes están haciendo una buena obra, pero de forma artificial; muchas veces no tienen la base necesaria para producir este fruto de forma genuina y natural; otro ejemplo sería el de un maestro que cuida su lenguaje y modo de vestir porque quiere ser un maestro ejemplar para sus alumnos. Es como colgar manzanas en un pino con la intención de «transformarlo» en un árbol de manzano (gráfico 26). Así no funcionan las cosas; Dios tiene que transformar tu naturaleza (carácter) antes de que puedas producir fruto (Lucas 6:43–44; Santiago 3:11–12).
Gráfico 26. Colgar manzanas en un pino no lo convierte en un árbol de manzano
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
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Te invito a aprovechar al máximo tu CONTEXTO NEUTRALIZADOR (grupo de apoyo), es una herramienta para combatir el activismo en las distintas áreas de tu vida
Si tienes cónyuge, si tienes hijos, gran parte de este capítulo se aplica de manera especial a tu hogar. El activismo es un tóxico común en nuestro contexto y afecta diversas áreas de tu vida: personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado; también puede tener repercusiones profundas en tu hogar.
Te sugiero que tomes un tiempo para sentarte con tu cónyuge y tus hijos, si los tienes; conversen francamente acerca del contenido de este capítulo y busquen también aplicar el antídoto a su hogar (gráfico 27). Al hacerlo, guiarán a la familia a través del proceso de desintoxicación y tendrán un hogar mucho más santo, agradable a Dios.
Gráfico 27. Aplica el antídoto a tu hogar también
CAPÍTULO 4 – EL SACERDOCIO RESPONSABLE NEUTRALIZA LA PASIVIDAD
Este capítulo analiza el tóxico de la pasividad, su antídoto e incidencia sobre la personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado
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Como creyente, eres un sacerdote y sirves bajo el sumo sacerdote Jesucristo (Hebreos 4:14–16; Apocalipsis 1:5–6; 5:9–10). El apóstol Pedro lo expresó así: «también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Pedro 2:5). Asimismo afirmó: «… vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9). Es necesario destacar que este sacerdocio involucra a todo creyente, sin distinción de sexo, edad o papel ministerial. Si eres creyente, eres un sacerdote. Además, tu relación con Jesucristo te convierte en su seguidor, pues dependes de Dios y de su Palabra (Mateo 9:9; Salmo 25:2; 119:42). También eres imitador de hombres santos que imitan a Cristo (1 Corintios 11:1); ellos son instrumentos usados por Dios para ayudar en tu crecimiento espiritual. Por consiguiente, tienes libre acceso a todo lo necesario para ejercer tu sacerdocio.
Como cristiano, tienes los privilegios y obligaciones del sacerdocio. Los privilegios incluyen acceso ilimitado a Dios para poder presentar tus necesidades ante Él y escuchar su voz a través de su Palabra. Las obligaciones incluyen vivir una vida santa y animar a otros a vivirla, acatar su Palabra, enseñarla, y ejercer fiel y perseverantemente tus dones y habilidades (Malaquías 2:4–7; Ezequiel 44:21–23; 1 Timoteo 4:13–15; 2 Timoteo 1:13–14). Al gozar de estos privilegios y satisfacer estas obligaciones de una forma responsable, contribuyes con las metas resaltadas por Pedro: ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios y anunciar las virtudes de Aquel que te llamó de las tinieblas a la luz.
El tóxico de la pasividad distorsiona esta verdad bíblica. Toma tu dependencia de Dios y de su Palabra y la convierte en una dependencia de expertos humanos; toma tu seguimiento a Jesús y lo convierte en el seguimiento a tu experto favorito; toma tu imitación de hombres que imitan a Cristo y la convierte en la duplicación ciega de las acciones humanas. Por ende, este tóxico te aísla del sacerdocio, te lo arrebata y se lo entrega a otros. Te dice que los verdaderos sacerdotes son los que han recibido una capacitación profesional y un reconocimiento oficial para ejercer el ministerio; desde su perspectiva, sería mejor dejar que los expertos desarrollen las ideas, programas, proyectos y actividades que necesitas en tu ministerio. Te susurra que no eres capaz de hacerlo y que necesitas recurrir a estos sustitutos. Por esta razón, adoptas lo que otros han diseñado, dicho, pensado y hecho. Este tóxico impide que analices y pienses por tu propia cuenta; te obliga a usar los logros de otros como sustitutos de los dones y habilidades que Dios te ha dado para servirle (Romanos 12:6–8; 1 Corintios 12:7–11). Cuando esto sucede, empleas estos sustitutos a expensas de tu desarrollo personal.
Siguiendo la secuencia establecida en los capítulos anteriores, este capítulo te ofrece la oportunidad de estudiar cómo la pasividad afecta tu personalidad, relaciones interpersonales, liderazgo y discipulado; también te presenta el antídoto específico para cada uno de ellos, el cual debes aplicar al detectar síntomas de intoxicación.
Este tóxico divide el mundo en dos grupos: expertos y seguidores. Para cada grupo, tiene un efecto distinto. Analicemos ambas caras de la pasividad:
EL EXPERTO DEL CONTEXTO. Si eres el experto del contexto, eres la persona capacitada y reconocida oficialmente para guiar este ministerio. Muchas veces serás el encargado, pero no necesariamente. Puedes determinar quién es este experto cuando analizas la reacción de los integrantes del grupo. Por ejemplo, si tú eres el experto, la pasividad dice que los demás deben aceptarte como la autoridad local y deben aceptar tus ideas, opiniones, programas y actividades como sustitutos para su propio pensamiento y desarrollo ministerial. En este contexto, eres el jefe y ellos son tus seguidores; en tu papel como jefe, también actúas contaminado con el feudalismo democratizado, convirtiéndote en el señor feudal (¿recuerdas el contenido del capítulo 2?).
LOS SEGUIDORES DEL CONTEXTO. Si eres uno de los seguidores del contexto (y casi siempre hay más seguidores que expertos), la pasividad te dice que debes identificar al experto local, aceptarle como tu líder y aceptar sus ideas opiniones, programas y actividades; el líder tiene la dirección y el control; sin su presencia o autorización no puedes hacer casi nada. El ministerio es demasiado complejo y serio para alguien como tú. En tu papel como seguidor, también actúas contaminado con el feudalismo democratizado, pues te comportas como un vasallo.
PADECES DE SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD E INSEGURIDAD. El sacerdocio responsable se fundamenta en varias verdades bíblicas: el Espíritu Santo mora en ti y te fue dado, entre otras cosas, para guiarte a entender toda la verdad (1 Corintios 3:16; Juan 16:13); estás en Cristo y Cristo está en ti (Romanos 8:1; Gálatas 2:20). No tienes por qué sentirte inferior o inseguro. En tu ejercicio del sacerdocio responsable vences tus sentimientos de inferioridad e inseguridad. Jesucristo mismo te dice: «… el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14:12).
El tóxico de la pasividad te dice algo muy diferente. Actuando como seguidor o como el experto de tu contexto local, la pasividad te dice que tienes que depender de otra persona; no eres capaz de hacer la obra solo, a pesar de que tienes al Espíritu Santo y Cristo está en ti. El tóxico resalta tus sentimientos de inferioridad. Por otro lado, intentas implementar programas complejos, como un programa de discipulado, por ejemplo, duplicando las acciones del diseñador original (el experto). Siendo que tu contexto muchas veces es bastante distinto al contexto de este diseñador, frecuentemente terminas duplicando acciones que no entiendes muy bien. Así, el tóxico aumenta tu inseguridad. A veces fracasas por no entender las bases del programa creado en otro contexto; tus sentimientos de inferioridad e inseguridad se incrementan. Bajo este tóxico, puedes llegar al punto de cuestionar si de veras eres capaz de aplicar cualquier programa o proyecto sin la ayuda de un experto (gráfico 28).
Gráfico 28. La pasividad te llena de sentimientos de inferioridad e inseguridad
ERES TÍMIDO, SIN MUCHA CONFIANZA EN LO QUE DIOS PUEDE HACER A TRAVÉS DE TI. En Romanos 8:33–36 Pablo menciona varios elementos que intimidan a los escogidos de Dios: acusaciones, condenaciones, separación, tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada y muerte; cuando se presentan, el cristiano se siente como oveja de matadero. Frente a esta situación tan desalentadora, Pablo inmediatamente expresa: «Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:37). Al ejercer el sacerdocio responsable, estás asegurando que eres más que vencedor; confías en que Dios puede hacer grandes cosas a través de ti (Josué 1:6–9; Filipenses 4:13). Guillermo Carey, conocido como «el padre de las misiones modernas», dijo en un famoso sermón en el año 1792 «esperad grandes cosas de Dios; intentad grandes cosas para Dios». Esta mentalidad desencadenó la obra misionera moderna que actualmente cuenta con centenares de miles de misioneros trabajando en contextos difíciles alrededor del mundo. Son personas comunes y corrientes, pero con una profunda y alentadora fe en lo que Dios puede hacer a través de sus vidas. Recuerda, «… no nos ha dado Dios espíritu de cobardía [timidez], sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7).
El problema es que el tóxico de la pasividad no te permite desarrollar este tipo de fe. Basándose en tus sentimientos de inferioridad e inseguridad (aspectos abordados en el apartado anterior), la pasividad ahora genera en ti una actitud tímida frente a las diversas situaciones que se presentan en la obra de Dios. Si eres el seguidor, la pasividad te roba tu confianza y te infunde una timidez que restringe el poder de Dios. Siempre dependes de algún experto; esperas hasta que alguien dé su visto bueno; no te atreves a tomar la decisión. En algunos casos, luego de años bajo los efectos de este tóxico, ni piensas en tomarla. Si el experto local no llega a la reunión, está suspendida porque los demás no pueden lograr mucho sin su presencia. Si eres el experto local, todavía no confías en ti mismo y en lo que Dios puede hacer a través de ti; por el contrario, siempre consideras que hay alguien que sabe más que tú y que está ubicado por encima de ti. Solo actúas después de que tu experto «personal» (que no es Jesús) se pronuncia o emite sus apreciaciones; eres tímido. La verdad es que la obra de Dios necesita gente valiente y tu timidez la limita (gráfico 29).
Gráfico 29. La obra de Dios necesita gente valiente, con espíritu de poder, de amor y de dominio propio
TE CUESTA DAR EL PRIMER PASO. Ejercer el sacerdocio responsable no solo significa que eres valiente, también significa que tomas la iniciativa en fe. Como Josué, caminas con pasos firmes hacia un destino prometido, pero que todavía no has alcanzado. Meditas en la Palabra de Dios, cuidas de cumplirla y de no desviarte de ella, sabiendo que Dios te acompaña y prospera tu camino (Josué 1:7–9). Esta disposición de tomar la iniciativa y actuar en fe es importante para el ministerio. Todos hemos recibido dones, destrezas y habilidades que debemos emplear en la obra de Dios. Cuando das el primer paso para ejercer tus dones, el cuerpo de Cristo crece; cuando no lo haces, sufre (1 Corintios 12:7, 26; 1 Pedro 4:10). Así que, debes involucrarte con fe.
La pasividad te da una óptica muy distinta. Como seguidor, no te adelantas a los demás en tu trabajo o en tu pensamiento. Prefieres confiar en tu líder; duplicas sus actividades antes que confiar plenamente en los dones, destrezas y habilidades que Dios te ha dado. Te da miedo ser innovador o tomar la iniciativa. Prefieres que esa tarea la ejecute el líder; tú, simplemente, replicas sus ideas y aplicaciones. Adoptas una actitud cómoda y «segura». Como experto local, sigues siendo un seguidor. El tóxico inhibe tu desempeño como líder. Tu grupo espera que actúes, pero no te sientes capaz de dar el primer paso.
LIMITAS TU LIBERTAD PARA ESTUDIAR Y APLICAR LA BIBLIA. Como creyente, tienes dos recursos valiosos: la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. La Palabra es la verdad eterna que te corrige y perfecciona; el Espíritu es tu guía; te ayuda a entender y aplicar esta Palabra a tu contexto y situación (Juan 14:26; 16:13; 17:17). Basándose en esos recursos, el sacerdocio responsable te impulsa a escudriñar las Escrituras y a aplicarlas en tu vida e iglesia. Nadie, aparte de Dios, conoce mejor tu situación; entonces, eres la persona más apropiada para hacer este estudio y aplicación. Como parte de este proceso, el sacerdocio responsable también requiere que ejerzas esta libertad bajo los parámetros bíblicos. Tu contexto y situación son únicas, por lo que tu aplicación debe ser única. Sacas todo el provecho posible de ayudas bíblicas, como comentarios y diccionarios bíblicos, pero siempre recuerdas que esos autores no conocen tu situación particular. Usas estas referencias bíblicas como ayudas y no como sustitutos de tu propio pensamiento. Eres como los habitantes de Berea, quienes escudriñaron diariamente las Escrituras para ver si lo dicho por el apóstol Pablo – el experto – era verdad o no (Hechos 17:10–11).
El tóxico de la pasividad restringe tu libertad para estudiar y aplicar la Biblia; te afecta, sin importar si eres experto local o seguidor. Intoxicado, consideras que estudiar y aplicar son acciones peligrosas; podrías cometer un error, podrías crear una herejía, en vez de una aplicación bíblica. La pasividad te convence de que sería mejor que otros estudien la Biblia y te indiquen cómo aplicarla a tu vida; tu responsabilidad se limita a creerles y seguirles (pastores, líderes de ministerios, maestros de la escuela dominical). El impacto de la pasividad es tan fuerte que te conformas con estudios y conclusiones de otros que llegan a tus manos a través de libros, manuales, programas de televisión, radio, internet; consiguientemente, no piensas mucho por tu propia cuenta. Por evitar caer en un error (desarrollar una herejía), puedes cometer otro: seguir doctrinas falsas o cuestionables. Una vez más, los habitantes de Berea son un buen ejemplo, pues dedicaron tiempo para el análisis de las Escrituras.
TE COMPROMETES PARCIALMENTE CON CUALQUIER PROYECTO. Bajo el sacerdocio responsable, ministras según las normas bíblicas. Trabajas en tu ministerio con constancia, perseverancia y dedicación (1 Timoteo 4:15–16; Efesios 6:18; 2 Timoteo 4:1–2). En otras palabras, estás enfocado en la obra y en hacerlo bien. Estás comprometido de manera seria y duradera con los proyectos planificados por tu grupo. Comprendes que ideas, conceptos y proyectos, sobre todo cuando provienen de la Biblia, son mucho más duraderos que las personas, quienes son por naturaleza, transitorias. Como Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán» (Lucas 21:33).
La pasividad impide que logres este grado de dedicación al ministerio. En tu papel de seguidor, debido a tu dependencia de los «expertos profesionales», asumes un compromiso con el diseñador o administrador del proyecto, en lugar de asumirlo con el proyecto en sí mismo o con las ideas que lo componen. Esto desvía tu atención y nivel de compromiso. Tal vez, ni has examinado los conceptos, filosofía o teología del proyecto; no te importa ni estás convencido de su validez. Solo basta tu «confianza» en el líder. Nunca aceptas el proyecto como algo que te pertenece, que es tu responsabilidad; para ti, es secundario y tu lealtad al líder experto es lo más importante. Cuando tu líder pierde interés en el proyecto o simplemente centra su atención en otro, también tú pierdes el interés, por lo que tu nivel de compromiso para con el proyecto actual disminuye. Esta situación también se puede presentar cuando actúas como el experto local. La diferencia estriba en que las consecuencias son de mayor impacto. Tu falta de compromiso contamina también a los miembros de tu grupo, en consecuencia, los proyectos no se completan; los resultados son parciales, en la misma proporción que tu compromiso.
SE ESTANCA TU PROCESO DE MADUREZ ESPIRITUAL. Como ya hemos visto, cada creyente tiene la Palabra de Dios y al Espíritu Santo que le guían a entenderla y a aplicarla a su contexto y situación (Juan 14:26; 16:13; 2 Timoteo 3:16–17). Ejerciendo el sacerdocio responsable, estudias la Biblia con miras a encontrar aplicaciones para tu vida, iglesia y contexto general secular. Al hacer eso, maduras espiritualmente «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13). En este proceso, además de la Biblia, usas materiales desarrollados por otros y basados en las verdades bíblicas, como libros o programas de discipulado; los empleas como herramientas que facilitan y estimulan tu interés y habilidad para estudiar y aplicar la Palabra de Dios (ver gráfico 30).
Gráfico 30. El estudio y aplicación de la Biblia te permite crecer «… a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» – Efesios 4:13b
El tóxico de la pasividad te roba estas oportunidades de crecer. Bajo su influencia, como seguidor o experto local, tu madurez depende de la madurez de otros; tu alimentación espiritual llega a través de ellos, a pesar de que tienes todo lo necesario para alcanzarla (la Biblia y el Espíritu Santo). En vez de usar programas y libros como herramientas para facilitar y estimular tu estudio bíblico, los empleas como sustitutos del crecimiento anhelado o como «reliquias evangélicas». Así, intoxicado, te limitas a lo que otros han estudiado; no puedes romper esta barrera y estudiar algo nuevo de las Escrituras. Esta «cárcel intelectual» estanca tu proceso de madurez. En esta condición, corres el riesgo de padecer «desnutrición espiritual».
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Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
Efectos sobre las relaciones interpersonales
TE AÍSLAS DE LOS DEMÁS. En el capítulo 3 vimos que una comunidad verdadera es un grupo de personas que comparten similitudes de carácter, confianza mutua y una vida de interdependencia y de sumisión mutua. Un grupo de esta naturaleza es mucho más que la suma de varias personas; constituye una familia enfocada en vivir como sacerdotes responsables (Gálatas 6:10). Los lazos entre los miembros de esta familia son fuertes e implican una responsabilidad seria los unos con los otros. Por lo tanto, cada miembro se preocupa por los demás y busca los intereses de los demás; esto agrada a Dios (gráfico 31, ver también 1 Timoteo 5:4; Filipenses 2:3–4).
Gráfico 31. Una comunidad verdadera constituye una familia donde cada miembro se preocupa por los demás
En vez de ubicarte en una comunidad como la descrita arriba, la pasividad te ubica en una estructura jerárquica que te aísla de los demás, sin importar el papel que desempeñes (servidor o experto local). Bajo la influencia de este tóxico muestras una marcada dependencia de tus líderes profesionales (tus expertos). No cuestionas, ni analizas ni piensas acerca de la validez de lo dicho por ellos. No tomas el tiempo para compararlo con las Escrituras (Hechos 17:10–11). Más bien, lo aceptas como verdad incuestionable. En este caso, el lazo que te une a estos líderes se basa más en aceptar sus posiciones que en reconocer las similitudes de creencias y valores fundamentales que comparten; los sigues porque tienen cierto oficio o autoridad, no porque sientes una verdadera coincidencia y cercanía con ellos. De verdad, en lugar de propiciar un acercamiento significativo, este tóxico abre una distancia entre tú y estos líderes. Eres «común» y ellos son «profesionales», «especialmente capacitados».
Esta dependencia y lealtad también debilitan tus relaciones interpersonales con aquellos miembros «comunes» con quienes trabajas. Por ejemplo, si formas parte de un equipo ministerial, tu conexión con ese equipo se establece únicamente a través del líder (el equipo está «unido» porque todos siguen al mismo personaje); tu acción está subordinada a su pensamiento y decisiones. Miras con sospecha cualquier iniciativa o creatividad manifestada por los miembros del equipo; te niegas la posibilidad de escuchar las opiniones de tus compañeros de grupo. No confías en ellos. La mentalidad jerárquica te roba el sentido de comunidad, unión y cooperación. En vez de una familia, la pasividad te inserta en una relación vertical-humana con poca flexibilidad.
ABUSAS DE LAS CONTRIBUCIONES DE OTROS. Como sacerdote responsable, tratas al cuerpo de Cristo como la familia de Dios, de la cual eres un conciudadano (Efesios 2:19). Das preferencia a los demás, buscas lo mejor para ellos, promueves el crecimiento de toda la familia (Romanos 12:10; Filipenses 2:4; Efesios 4:16). Amas a los miembros con amor fraternal; no eres arrogante, no haces nada indebido, no buscas lo tuyo (1 Tesalonicenses 4:9; 1 Corintios 13:4–5).
La pasividad te hace vivir según otros criterios. Cuando actúas como experto local, abusas de las contribuciones de otros miembros del grupo, aprovechando el nivel elevado de dependencia que muestran para contigo. Como el pastor de una congregación, puedes subir al púlpito y leer al pie de la letra largas porciones copiadas de un comentario y presentarlo como si fuesen tus propias ideas. Estás fingiendo ante la congregación (y ellos lo saben porque es fácil notar la diferencia de vocabulario y estilo literario). Intentas, sin éxito, hacer de ti algo mayor de lo que eres (Romanos 12:3); por no ser honesto con tu congregación, tu trato hacia ellos expresa menosprecio (Efesios 4:25). Otro ejemplo es lo que ocurre en el desarrollo de un proyecto; algunos miembros del grupo aportan ideas que resultan exitosas y tú, te las apropias y además, exiges reconocimiento. El mérito no es tuyo, pero te robas las ideas, sin respeto ni consideración (Filipenses 2:21). Defraudas a tu hermano y se entorpecen tus relaciones interpersonales (1 Corintios 6:8). Todo ello empaña tu testimonio y el de la iglesia.
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Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
ERES UN LÍDER INSEGURO, DÉBIL Y POCO TRANSPARENTE. Ejerciendo el sacerdocio responsable, eres un líder seguro porque confías en el Señor y en lo que Él puede hacer a través de ti (Filipenses 1:6; 2:13; Colosenses 1:29, Judas 1:24); eres un líder valiente porque confías en la fortaleza del Señor y en su Palabra (Salmo 62:5–8; 119:42; Habacuc 3:19); eres un líder transparente porque te guardas de la hipocresía (Lucas 12:1; Romanos 12:9).
Intoxicado con la pasividad, tu liderazgo resulta ser muy distinto; duplicas programas, estructuras, estudios y actividades desarrollados por otros. Cuando lo haces, aparentas habilidades, destrezas y madurez que no son tuyas y temes que otros te descubran. En consecuencia, tu liderazgo es inseguro y opaco. Además, solo intentas abordar situaciones que tus expertos ya han examinado y resuelto. No te sientes capaz de estudiar ni de analizar, por lo que no puedes hacer tu propia aplicación a un contexto totalmente nuevo. No respondes de manera adecuada a las necesidades que se presentan; tu liderazgo es débil.
LIMITAS LA PARTICIPACIÓN Y CRECIMIENTO DE OTROS. Hebreos 10:24 afirma: «y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras». Esta verdad se encuentra a través del Antiguo y Nuevo Testamentos: Nehemías animó a la gente a construir las murallas de Jerusalén; los sacerdotes en el tiempo de Ezequiel capacitaban a la gente a discernir entre lo bueno y lo malo; Pablo exhortó a Timoteo a escoger a hombres fieles para instruir a otros en la doctrina bíblica (Nehemías 2:18; Ezequiel 44:23; 2 Timoteo 2:2). En fin, podemos observar cómo un sacerdote responsable estimula la participación y crecimiento de otros en la iglesia.
Bajo la influencia del tóxico de la pasividad, te comportas de otra manera. Por causa de tu inseguridad y debilidad buscas reforzar tu posición como líder, desarrollando una mentalidad jerárquica; eres el líder y esperas que quienes trabajan contigo expresen hacia ti el mismo grado de dependencia, lealtad y subordinación que tú expresas hacia tus expertos «personales». Adicionalmente, siendo que quienes trabajan contigo también están intoxicados, aceptan ese esquema jerárquico; ellos creen que no son capaces de alimentarse espiritualmente o de avanzar. El resultado es un estancamiento del ministerio porque todo depende de ti.
EJECUTAS PROGRAMAS Y PROYECTOS SIN COMPRENDERLOS. En la construcción de una casa, la edificación de una torre, la preparación para una batalla o la resolución de las necesidades de una iglesia local, sea cual sea el caso, la Biblia enfoca la necesidad de ejecutar programas y proyectos de una manera organizada, bien pensada (Lucas 6:47–49; 14:28–30; Proverbios 11:14; 15:22). Ser un sacerdote responsable implica el cumplimiento de estos consejos bíblicos.
Como un líder padeciendo de los efectos de la pasividad, operas de manera contraria. Acudes a tus expertos cuando necesitas un programa o un proyecto y aplicas con un mínimo de adaptación a tu contexto lo que ellos tienen desarrollado. La mayoría de las veces, estos programas son foráneos y no se corresponden con las necesidades de tu contexto. Además, bajo los efectos de este tóxico tu implementación es solo una copia al carbón de lo hecho por el diseñador en su contexto original; cuando intentas aplicarlo a tu realidad, no comprendes cómo debe funcionar (gráfico 32). Esta situación debilita tu liderazgo.
Gráfico 32. Intentas ejecutar programas y proyectos que no entiendes bien
ERES INCONSTANTE. El líder cristiano tiene la responsabilidad de ejercer el sacerdocio responsable en todo momento: «Predica la palabra; insiste a tiempo [cuando es oportuno] y fuera de tiempo [cuando no es oportuno]; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción» (2 Timoteo 4:2). Cumplir con este mandato te convierte en un líder que practica la constancia (1 Corintios 15:58; 2 Tesalonicenses 1:4).
La pasividad socava la base de tu constancia en tu liderazgo. Te desplazas con mucha facilidad de una idea a otra, de un programa a otro, de un proyecto a otro. Eres inestable y fluctuante porque tu brújula está centrada en los expertos y en las experiencias humanas. Has perdido el «norte» que solo la Biblia provee.
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
IGNORAS EL MANDATO BÍBLICO DE ESTUDIAR Y ENSEÑAR LA PALABRA DE DIOS. La Biblia, cuyos preceptos son perfectos, rectos y puros, nos fue dada para instruirnos y ser enseñada a otros (Salmo 19:7–11; 119:130; Mateo 28:19–20). Como sacerdote responsable, teniendo el Espíritu Santo morando en ti, asumes el reto de estudiar la Palabra y de meditar en ella de manera permanente (gráfico 33); esto lo haces, tanto en tu tiempo de encuentro personal con Dios como en estudios bíblicos grupales. Vives lo dicho por el salmista: «sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche» (Salmo 1:2). En tu papel como maestro, sobre la base de un entendimiento claro y aplicación personal de la Palabra, consideras una bendición el poder compartir y enseñar estas verdades a otros (Deuteronomio 6:6–7; Josué 1:8; Romanos 15:4).
Gráfico 33. Tienes la Biblia en tus manos y al Espíritu Santo morando en ti para guiarte a toda verdad
Lamentablemente, como maestro padeciendo de la pasividad, no posees el espíritu emprendedor necesario para hacer un estudio personal de la Biblia ni desarrollas el pensamiento innovador que se requiere para una aplicación personal de las verdades y principios bíblicos. Tampoco intentas estudiar la Biblia en grupo; no confías en tus compañeros del grupo, sino en los expertos. El tóxico te roba la oportunidad de crecer a través de un estudio interdependiente, en el cual todos estudian, analizan y aplican lo que la Biblia tiene que decirles referente a cierto tema. Básicamente, has perdido el interés por indagar y reflexionar acerca de la Palabra de Dios. Como resultado, archivas información «bíblica» como verídica, pero ajena a la realidad de tu vida y de tu contexto (ver gráfico 6, capítulo 1); pasa a tu «seudocorazón» y también al de tus alumnos, sin impactar el corazón real de ninguno. El resultado es lamentable: no tienes nada que enseñar, salvo lo que has leído o escuchado de otros; te conformas con repetir las contemplaciones y conclusiones de tus expertos, por ejemplo, en vez de vivir y enseñar la Biblia. Terminas enseñando preceptos de hombres como si fuesen verdades bíblicas (Marcos 7:7).
RESTRINGES LA LIBERTAD DE TUS ALUMNOS PARA LEER Y ANALIZAR LA BIBLIA. Todo creyente es un sacerdote con la habilidad y responsabilidad de estudiar, entender y aplicar las Sagradas Escrituras (Salmo 119:11–16; Romanos 15:4; 2 Timoteo 2:15). Esto solo es posible en dependencia y sumisión a Dios y a su Palabra (Filipenses 1:6; 1 Pedro 5:6; Salmo 119:4); al mismo tiempo, estudiar, entender y aplicar la Palabra a nuestras vidas, constituyen la base para profundizar esa dependencia y sumisión y ser transformados. Como maestro cristiano, estudias la Biblia cada día con dedicación y empeño; motivas a tus alumnos a hacer igual, a investigar y estudiar la Biblia ellos mismos; facilitas la transformación de sus vidas y promueves que también ellos sean sacerdotes responsables.
En cambio, cuando estás intoxicado, tus alumnos pierden la oportunidad de vivir esta experiencia enriquecedora. Como te crees el «experto» local en tu clase, restringes la libertad de tus alumnos para leer y analizar la Biblia; prefieres que no piensen de una manera innovadora e independiente de ti; te incomoda si investigan y estudian la Biblia por su propia cuenta; prefieres que reciban instrucción e información directamente de ti como el experto local. Consideras que tu comportamiento, burbuja, contemplaciones, conclusiones y aplicaciones son dignas de ser duplicadas por los alumnos. Cuando piensas así, estás siguiendo la misma óptica que la de la Iglesia Católica del año 1229 cuando determinó que la lectura, estudio, interpretación y aplicación de la Biblia eran actividades asignadas únicamente al clero (expertos religiosos) y negadas a la gente laica (gente común y corriente). La cúpula de aquella iglesia consideraba que si la gente común de la congregación leía la Biblia, se corría el riesgo de hacer interpretaciones inadecuadas y, en consecuencia, aplicaciones erróneas; por eso, dicha lectura era censurada; esta prohibición se mantuvo por casi 750 años. Un maestro cristiano no debe repetir esta historia.
INVESTIGA ACERCA DEL ANTÍDOTO
Lee y reflexiona sobre los siguientes planteamientos. Descubre la respuesta en la Biblia.
Te invitamos a profundizar en estas ideas y a compartir con otros tus reflexiones. El anexo del libro te ofrece referencias adicionales y ejemplos bíblicos concretos.
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Te invito a aprovechar al máximo tu CONTEXTO NEUTRALIZADOR (grupo de apoyo), es una herramienta para combatir la pasividad en las distintas áreas de tu vida
Si tienes cónyuge, si tienes hijos, mucho de este capítulo se aplica de manera especial a tu hogar. Como papá o mamá, eres un sacerdote clave de tu hogar. Eres responsable de vivir una vida santa y de animar a tus hijos a hacer lo mismo (2 Timoteo 1:5; Deuteronomio 4:9); eres responsable de obedecer la Palabra de Dios y de enseñarla a tus hijos (Deuteronomio 4:10; 6:6–7); también eres responsable de ejercer con fidelidad y perseverancia tus dones y habilidades, dentro y fuera de tu hogar (1 Pedro 4:10).
Te sugiero que tomes un tiempo para sentarte con tu cónyuge y tus hijos, si los tienes; conversen francamente acerca del contenido de este capítulo y busquen también aplicar el antídoto (gráfico 34). Al hacerlo, guiarán a la familia a través del proceso de desintoxicación y tendrán un hogar mucho más santo, agradable a Dios.
Gráfico 34. Aplica el antídoto a tu hogar también
CAPÍTULO 5 – CONSIDERACIONES FINALES
Hasta ahora has investigado acerca de los tres tóxicos, su impacto en tu vida y los antídotos respectivos. También te has unido a un grupo saludable que te sirve de contexto neutralizador. Como Josué, te has esforzado, has sido valiente y has cuidado de hacer conforme a la Palabra de Dios. Es tiempo de que avances en tu proceso de desintoxicación.
En este punto de tu reflexión, es posible que te hagas algunas preguntas, lo cual es normal y saludable; es una señal de que estás permitiendo que la Palabra de Dios actúe en tu corazón y neutralice los tóxicos que contaminan tu mente. Algunas de tus inquietudes podrían ser las siguientes:
¿POR QUÉ MI DESINTOXICACIÓN TARDA TANTO? Suele ser lenta porque es un proceso de vivir según un nuevo concepto de la realidad y esto requiere tiempo. La Biblia transforma tu idea de la realidad, pero aún sigues con hábitos arraigados en tu viejo concepto. Para desintoxicarte tienes que abandonar estos hábitos incorrectos y formar unos nuevos, cónsonos con la Palabra de Dios. Por ejemplo, el mal hábito de criticar duramente a la gente cuando no cumple todas tus expectativas se basa en un concepto de la realidad que dice que esta gente existe para tu beneficio. Cuando aplicas las verdades y principios bíblicos y corriges esta idea equivocada de la realidad, puedes comenzar a actuar de manera distinta. Así, cuando alguien no cumple tus expectativas, tu respuesta ya no es impulsiva; recuerdas el concepto bíblico de la realidad y respondes de una manera adecuada. Es necesario hacerlo una y otra vez. Luego de un tiempo practicando la verdad bíblica, tu respuesta correcta llega a ser natural para ti; has borrado un mal hábito y has formado uno nuevo. El secreto es ser perseverante.
¿QUIÉNES ME AYUDAN EN ESTE PROCESO? No tienes que caminar este sendero a solas. El Espíritu Santo te guía y te fortalece; la Biblia te informa acerca del concepto adecuado de la realidad y corrige cualquier anomalía; la oración te brinda la oportunidad de estar en contacto directo con Dios para agradecerle, plantearle tus inquietudes, dudas, frustraciones y pedir su ayuda; tu grupo del contexto neutralizador sirve de apoyo y estímulo.
¿QUÉ HAGO AHORA? Permite que el Espíritu Santo continúe su obra en tu vida; estudia la Biblia para corregir las equivocaciones en tu concepto de la realidad; ora para que Dios te ayude y guíe en este proceso y reúnete con tu grupo de apoyo. Recuerda que el contexto neutralizador te da ejemplos, ideas y sugerencias en cuanto a cómo abordar, a la luz de la Palabra, situaciones de tu cotidianidad que se encuentran intoxicadas; también te da la oportunidad de ayudar a otros, con lo cual contribuirás con tu crecimiento y la interdependencia del grupo.
Para asistirte en este proceso se presenta a continuación un anexo, el cual puede considerarse como una segunda fase del estudio de los tóxicos y sus respectivos antídotos. Allí podrás encontrar versículos bíblicos adicionales, los cuales te permitirán profundizar en cada tema; también podrás analizar ejemplos concretos de personajes bíblicos cuyas vidas ilustran los efectos de tóxicos y antídotos. Durante este tiempo de reflexión (aproximadamente un año), es necesario releer los versículos citados en cada apartado del libro, pues te servirán para establecer conexiones, aclarar dudas, contrastar ideas, entre otras actividades de provecho espiritual. Para facilitar el estudio, dichos versículos se han incluido en cada sección del anexo. La información en general se ha organizado según el contenido temático del libro.
Analizando con tu grupo y aplicando las verdades bíblicas a tu vida, podrás avanzar en la formación de hábitos necesarios para vivir libre de los tóxicos. No tengas prisa en esto. Formar nuevos hábitos requiere tiempo.
SUGERENCIAS PARA EL EMPLEO EFECTIVO DEL ANEXO
Dios bendiga tu vida y tu deseo de agradarle en todo.
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Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.
Filipenses 1:6
ANEXO – SEGUNDA FASE DEL ESTUDIO
Notas previas
Comienza tu estudio releyendo el capítulo uno del libro. Recuerda que aquí se establece el marco general acerca de los tóxicos y antídotos. Toma el tiempo necesario para conversar con los miembros de tu contexto neutralizador y recordar así la experiencia de haber conocido, por un lado, los elementos que contaminan tu mente y por el otro, el poder de la Palabra de Dios para neutralizar los tóxicos y transformar tu vida. Luego, pasa al primer bloque del anexo (según las divisiones previamente establecidas) y comienza tu estudio detallado de los tóxicos y sus antídotos.
Relee igualmente el capítulo cinco (consideraciones finales) del texto. Toma nota especialmente de las sugerencias para avanzar en la revisión y análisis del contenido de este anexo, el cual corresponde a la segunda fase del estudio.
Una vez realizadas las acciones anteriormente descritas, continúa el estudio revisando junto a tu contexto neutralizador, los capítulos dos, tres y cuatro, respectivamente.
Capítulo 2. La sumisión humilde neutraliza el feudalismo democratizado
INTRODUCCIÓN
La soberanía de Dios y nuestra respuesta a esta soberanía – Colosenses 3:24; Romanos 14:10–12; 1 Crónicas 29:11; 1 Timoteo 6:14–16; 2 Crónicas 30:8; Santiago 4:7
Nuestra relación como cuerpo de Cristo – Gálatas 3:28; Colosenses 3:13; 1 Pedro 3:4; Romanos 12:10; 15:7; Gálatas 5:13, 26; Efesios 4:2, 25, 32; 5:21; Filipenses 2:2, 3–4; Colosenses 3:16; 1 Tesalonicenses 4:9, 18; 5:11, 15; Hebreos 3:13; 10:24; Santiago 4:11; 5:9, 16; 1 Pedro 3:8
La sumisión humilde dentro del cuerpo de Cristo – 1 Corintios 12:25; 1 Pedro 4:10; Gálatas 5:13; Filipenses 2:3–4; Romanos 12:5
EFECTOS DEL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO SOBRE LA PERSONALIDAD
Síntoma de intoxicación: manifiestas un individualismo acentuado.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde, vives en una familia y tu vida no es tuya – Romanos 12:3–13, 16–18; Efesios 4:1–6; 1 Corintios 12:12–27; Gálatas 6:10; Efesios 2:19; 1 Corintios 6:19–20; Gálatas 2:20; Mateo 12:50; Juan 4:34
Síntoma de intoxicación: sufres de sentimientos de inferioridad e inseguridad.
Antídoto bíblico: con Dios y en sumisión humilde te sientes seguro y fortalecido – Romanos 5:1; 8:1; 1 Juan 2:12; 2 Corintios 3:5–6; Filipenses 4:13; Judas 1:24–25; 1 Corintios 6:20; Juan 3:16; 2 Corintios 9:15; 1 Corintios 6:19; Gálatas 2:20; Juan 15:26; 16:13; Colosenses 1:29; Filipenses 1:6; 1 Pedro 4:10; Romanos 8:35–39; 1 Juan 4:18; Romanos 8:33–34; 1 Juan 1:7; Romanos 8:31–37; Hebreos 13:6; Juan 14:27; Colosenses 3:15
Síntoma de intoxicación: padeces de inmadurez espiritual.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde creces hacia la medida de la estatura de la plenitud de Cristo – Romanos 14:19; 15:1–2; 1 Corintios 14:12, 20, 26; Hebreos 5:11–6:1; 1 Corintios 3:1–3; 13:11; Hebreos 6:1; Salmo 111:10; Proverbios 9:10; Efesios 4:11–16; Colosenses 1:28; 2 Timoteo 3:16–17
EFECTOS DEL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO SOBRE LAS RELACIONES INTERPERSONALES
Síntoma de intoxicación: te resistes a recibir ayuda de otros.
Antídoto bíblico: vives la vida cristiana en comunidad, en sumisión humilde, en unión y en cooperación mutua – 1 Pedro 4:10; Efesios 4:2, 32; Colosenses 3:13; 1 Tesalonicenses 5:15; Romanos 15:7; 12:10; Efesios 5:21; Gálatas 5:13; Colosenses 3:16; 1 Tesalonicenses 5:11; Hebreos 3:13; 10:24; 2 Corintios 3:5; Filipenses 2:1–2
Síntoma de intoxicación: vives aislado de los demás.
Antídoto bíblico: viviendo en sumisión humilde, cooperas con otros – Efesios 4:25; Santiago4:11; Romanos 12:5; 1 Corintios 1:10; 12:25; Romanos 12:10; Gálatas 5:13; Santiago 5:9; 1 Corintios 12:26
Síntoma de intoxicación: formas tu propia versión de la verdad.
Antídoto bíblico: Dios y su Palabra son la única verdad, y te sometes a ella en humildad – Salmo 119:160; Romanos 3:4; Gálatas 1:8–9; 2 Timoteo 2:15; 1 Juan 5:6; Isaías 65:16; Juan 14:6; 15:26; 17:17; 1 Timoteo 6:3–5
Síntoma de intoxicación: te niegas a desarrollar el sentido de unión y de trabajo en equipo.
Antídoto bíblico: vives según la verdad bíblica que el cuerpo de Cristo es uno – Salmo 133:1; 1 Corintios 12:13–27; Efesios 4:2–6, 15–16; 5:24; Romanos 15:1–2, 5–6; 12:3–13, 16; 1 Corintios 10:16–17; 12:12; 1 Pedro 3:8; Filipenses 4:2–3; 2:1–4; Gálatas 5:13
Síntoma de intoxicación: obligas a otros a respetar tu señorío.
Antídoto bíblico: buscas ser siervo, en lugar de señor – Marcos 10:42–45; 1 Pedro 5:1–3; Deuteronomio 27:10; Romanos 12:10; Efesios 5:21; Gálatas 5:13; 1 Tesalonicenses 5:15; Mateo 20:25–28; Santiago 4:7; Lucas 22:24–27; Filipenses 2:3, 5–8; 1 Corintios 9:19
Síntoma de intoxicación: te defiendes cuando tu soberanía y autonomía se ven amenazadas.
Antídoto bíblico: vives en sumisión humilde a Dios y en una comunidad íntima e interdependiente – Marcos 10:42–45; Romanos 12:3–13; Gálatas 6:10; 1 Corintios 12:12–19, 22–27; 1 Crónicas 29:11; Efesios 5:21; 1 Corintios 12:20–21; Efesios 4:15–16; 2 Corintios 4:7
Síntoma de intoxicación: vives como si los demás existieran únicamente para tu beneficio.
Antídoto bíblico: la sumisión humilde te obliga a pensar primero en los demás – Gálatas 5:13; 1 Pedro 3:8; Marcos 9:35; Filipenses 2:3–4; 1 Tesalonicenses 5:15; Romanos 12:10
Síntoma de intoxicación: «cooperas» para enseñorearte.
Antídoto bíblico: cooperas para servir en sumisión humilde – Nehemías 4:6; Mateo 20:25–28; Efesios 4:15–16; 5:21; Colosenses 3:23; 1 Timoteo 4:12; Efesios 4:32; 6:6–8; Marcos 10:42–45; 1 Pedro 5:1–3; Lucas 22:24–27; Filipenses 2:3, 5–8; 1 Corintios 9:19; 1 Pedro 5:1–3
Síntoma de intoxicación: eres más fiel al líder que al plan de Dios.
Antídoto bíblico: te sometes en humildad al plan de Dios – Salmo 37:34; 25:12; 1 Corintios 2:1–5; Salmo 18:30–32; 1 Corintios 3:5–7; Efesios 4:1–6, 11–16; 1 Corintios 3:1–4
Síntoma de intoxicación: escondes tus pecados.
Antídoto bíblico: confiesas tus pecados en sumisión y humildad a Dios y a tu hermano, si involucran a este hermano – Jeremías 9:5–9; 2 Timoteo 3:2–5; Salmo 15:1–2; Efesios 4:15, 25; Hechos 5:1–11; Efesios 4:22–25; 1 Juan 1:8–10; Santiago 5:16
EFECTOS DEL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO SOBRE EL LIDERAZGO
Síntoma de intoxicación: desarrollas un liderazgo inconstante.
Antídoto bíblico: dentro del ámbito de la sumisión humilde, eres firme y constante, perseverando en la obra de Dios – Lucas 8:15; Tito 2:2; 1 Corintios 15:58; 2 Tesalonicenses 1:3–4; 2 Corintios 6:3–10; 1 Timoteo 4:16; Colosenses 1:23; 2 Tesalonicenses 2:15; Gálatas 5:22–23
Síntoma de intoxicación: construyes planes únicamente a corto plazo.
Antídoto bíblico: la sumisión humilde amplía tu visión y te impulsa a hacer planes, incluyendo planes a corto, mediano y largo plazo – Proverbios 11:14; 15:22; Lucas 6:47–49; 14:28–32; Hechos 6:1–7; Romanos 1:13; Jeremías 29:11
Síntoma de intoxicación: evitas situaciones incómodas.
Antídoto bíblico: esperas pasar por dificultades y tribulaciones y tu anhelo es enfrentarlas, al igual que Jesús, en sumisión y humildad – Lucas 22:42; 1 Tesalonicenses 3:3; 2 Timoteo 4:5; Daniel 6:1–16; 2 Corintios 6:3–10; Filipenses 2:5–8; 2 Corintios 12:10; 1 Corintios 11:1; Romanos 5:3–5; Santiago 1:2–4
Síntoma de intoxicación: te proteges con tu propia armadura.
Antídoto bíblico: en humildad y sumisión, te revistes con la armadura que Dios te provee – Salmo 7:1; 16:1; 18:2; 25:20; 46:1–3; 61:3–4; 91:1–7; Efesios 6:11–17; Salmo 119:9, 33, 105; Proverbios 21:2
Síntoma de intoxicación: mantienes el control sobre tus vasallos.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde, guías a tu grupo hacia el logro de su máximo potencial como creyentes – Mateo 5:48; 2 Corintios 13:9, 11; Santiago 1:4; Efesios 4:11–13; 2 Timoteo 3:17; 2 Corintios 1:24; 2 Timoteo 2:24–25; 1 Pedro 5:1–3
Síntoma de intoxicación: sacrificas a tus vasallos para garantizar tu seguridad.
Antídoto bíblico: estás dispuesto a dar todo por quienes están bajo tu cargo, porque vives en sumisión humilde – Gálatas 5:14; 1 Pedro 1:22; Romanos 13:8; Levítico 19:18; Mateo 22:39; Juan 15:13; 2 Timoteo 2:24–25; 1 Pedro 5:1–3
Síntoma de intoxicación: clonas tu burbuja.
Antídoto bíblico: sometes tu pensamiento a Cristo en humildad – Gálatas 1:8–9; Efesios 4:13, 15; Filipenses 2:5; 2 Timoteo 4:1–2; Tito 2:1; Romanos 6:6; Efesios 4:22–24; 1 Corintios 3:5–7; 2 Corintios 4:5; 1 Timoteo 6:3–5; 1 Corintios 2:16; 2 Corintios 10:5; Éxodo 34:14; 2 Corintios 3:5; Mateo 15:8–9
EFECTOS DEL FEUDALISMO DEMOCRATIZADO SOBRE EL DISCIPULADO
Síntoma de intoxicación: prefieres que tus alumnos no crezcan demasiado.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde, pones más atención en los estudiantes y en sus necesidades que en ti mismo – 1 Tesalonicenses 5:11, 15; Filipenses 2:3–4; Romanos 12:10; Efesios 4:11–16; 2 Timoteo 3:17; 2 Timoteo 2:2; Colosenses 3:16; Romanos 14:19
Síntoma de intoxicación: enseñas acerca de tu burbuja más que el contenido estrictamente bíblico.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde, das preeminencia a la Palabra de Dios – Efesios 4:15; Filipenses 2:5; 1 Timoteo 6:3; 1 Corintios 2:16; 2 Corintios 10:5; Efesios 4:13; Tito 2:1, Marcos 7:6–13; 1 Corintios 3:3–7; 2 Timoteo 3:16–17
Síntoma de intoxicación: desvías el propósito del discipulado.
Antídoto bíblico: centras tu atención en la transformación de tus alumnos un sumisión a la Palabra de Dios – Efesios 4:11–16, 22–24; Ezequiel 36:26; Mateo 28:19–20; Romanos 12:2; 2 Corintios 5:17; 1 Tesalonicenses 4:3, 7; Colosenses 3:16; Isaías 29:13; Santiago 1:22–25; Hebreos 5:13–6:1
Síntoma de intoxicación: impartes una enseñanza superficial.
Antídoto bíblico: en sumisión humilde, tú y tus alumnos buscan la transformación profunda de sus vidas – Efesios 4:11–16, 22–24; Ezequiel 36:26; Mateo 28:19–20; Romanos 12:2; 2 Corintios 5:17; 1 Tesalonicenses 4:3, 7; Isaías 29:13; Santiago 1:22–25; Hebreos 5:13–6:1
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Personajes bíblicos ilustrativos del feudalismo democratizado y su antídoto
Capítulo 3. La piedad bíblica neutraliza el activismo
INTRODUCCIÓN
La actitud que subyace y motiva tus acciones y actividades es mucho más importante que las acciones y actividades mismas – Proverbios 21:27; Isaías 29:13; Lucas 11:42; Efesios 6:6–7; Hebreos 13:20–21; Salmo 119:9, 101; 1 Juan 2:2–5; Salmo 51:16–17
La piedad bíblica consiste en dedicarse en lo más profundo del corazón y espíritu a hacer la voluntad de Dios y a guardar su Palabra – 2 Pedro 3:11; 1 Timoteo 5:4; Proverbios 4:23; Lucas 6:45; Tito 2:12; Juan 9:31; 1 Timoteo 3:16; 6:11; 2:10; 4:7–9; 6:6; 2 Timoteo 3:5; Salmo 51:10
La indolencia no combate el tóxico del activismo – Tito 2:14; 1 Timoteo 2:9–10; 5:10; Santiago 3:13; Tito 3:14; Hebreos 10:24; Proverbios 6:9; Eclesiastés 4:5; Jeremías 5:21; Mateo 13:15; Proverbios 13:4; Efesios 2:10; Santiago 2:18; 1 Pedro 2:12; 2 Pedro 1:5–8; Tito 3:8
EFECTOS DEL ACTIVISMO SOBRE LA PERSONALIDAD
Síntoma de intoxicación: evitas tu quebrantamiento.
Antídoto bíblico: permites que Dios cree en ti un nuevo corazón y un nuevo espíritu para que fluya la piedad bíblica – Ezequiel 11:19; 18:31; Salmo 51:10, 16–17; Ezequiel 36:26; Lucas 6:45
Síntoma de intoxicación: confías en fuentes inadecuadas de transformación.
Antídoto bíblico: guardando la piedad bíblica, te entregas a Dios y permites que el Espíritu Santo obre en ti – Filipenses 2:13; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12; Zacarías 4:6; Romanos 8:13; Filipenses 1:6; 2 Timoteo 3:16–17; Tito 3:5; Efesios 2:8–9; Gálatas 3:3
Síntoma de intoxicación: confundes «hacer» con madurar.
Antídoto bíblico: como consecuencia de la piedad bíblica, aceptas que tu madurez se produce cuando permites que el Espíritu Santo aplique la Palabra a tu corazón y mente – Salmo 119:11, 15–16; Romanos 12:2; Juan 16:13; 2 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:15–17; Gálatas 5:22–23; 2 Corintios 5:17; Efesios 6:6–7; Colosenses 3:23
Síntoma de intoxicación: aparentas haber sido transformado.
Antídoto bíblico: vives una vida caracterizada por la piedad bíblica; una vida íntegra, sin fingimiento – Colosenses 3:22; 2 Timoteo 3:2, 5; Mateo 23:23–28; Romanos 12:9; Efesios 4:25; Mateo 7:16; 2 Corintios 2:9; 1 Timoteo 3:10; Mateo 23:23–28; Hechos 5:1–11; 6:3; Mateo 7:16; Isaías 29:13; Mateo 23:5–6, 14; Lucas 20:46–47
Síntoma de intoxicación: declaras madurez basándote en una lista de actividades cumplidas.
Antídoto bíblico: ejerciendo la piedad bíblica, tus acciones son fruto de una naturaleza transformada – Mateo 23:23–28; Proverbios 4:23; Mateo 12:35; 7:16–20; 3:8; Isaías 29:13; Malaquías 1:10; Mateo 23:14
Síntoma de intoxicación: dedicas más tiempo a las actividades que a la transformación anhelada.
Antídoto bíblico: siguiendo la piedad bíblica, consideras tus actividades de desarrollo y formación espiritual como prioritarias – 1 Samuel 15:22; Salmo 51:16–17; 1:1–3; 84:10; Mateo 6:33; Marcos 6:30–32; Lucas 10:38–42
Síntoma de intoxicación: desarrollas una «madurez» meramente teórica.
Antídoto bíblico: guardando la piedad bíblica, comprendes que la madurez genuina brota de un corazón transformado por la Palabra de Dios – Salmo 51:6–7; 86:11–12; Mateo 5:8; Salmo 111:10; Proverbios 9:10; Salmo 37:30–31; Proverbios 2:2, 10; 14:33; Lucas 6:45; Marcos 12:30; Isaías 29:13; Mateo 15:7–9
Síntoma de intoxicación: vives según tu ética personal y no la bíblica.
Antídoto bíblico: la piedad bíblica te impulsa a obedecer la Palabra de Dios y a vivir según su ética – Proverbios 3:21–26; Salmo 119:11, 105, 129–136; Deuteronomio 11:18–20; Proverbios 1:7, 33; Salmo 73:23–25; 119:93, 133; 2 Timoteo 3:16–17
Síntoma de intoxicación: practicas una religión, no vives la transformación.
Antídoto bíblico: con la piedad bíblica, la Palabra de Dios y el Espíritu Santo ejercen un papel dinámico y transformador en tu vida – Efesios 4:12–16; Romanos 12:1–2; Malaquías 1:6–10, 12–14; Mateo 15:7–9; 2 Timoteo 3:16–17; 2 Corintios 3:17–18; Malaquías 2:13–14; Zacarías 4:6; Salmo 51:16–17; Mateo 6:7; Marcos 7:8–9, 13
EFECTOS DEL ACTIVISMO SOBRE LAS RELACIONES INTERPERSONALES
Síntoma de intoxicación: estás tan ocupado que no tienes el tiempo para desarrollar relaciones interpersonales sanas.
Antídoto bíblico: viviendo según la piedad bíblica, dedicas tiempo para cultivar tu amistad con Jesús y con otros – Efesios 4:1–3; Colosenses 3:12–13; Gálatas 5:13; 1 Tesalonicenses 4:9; Filipenses 2:3–4; Romanos 12:3–8; 1 Corintios 12:12–27; Juan 15:14–15; Lucas 10:38–42; 2 Timoteo 1:3–4; Proverbios 17:17; Romanos 15:24
Síntoma de intoxicación: crees que «hacer actividades juntos» es suficiente para cultivar relaciones interpersonales.
Antídoto bíblico: ejerciendo la piedad bíblica, desarrollas relaciones interpersonales basadas en similitud de carácter, confianza mutua e interdependencia – Romanos 15:5–6; Efesios 4:1–6; 5:21; 2 Corintios 2:3; 8:22; Gálatas 5:10; Amós 3:3; Filipenses 2:1–2; 2 Corintios 7:16; Efesios 4:16; 1 Corintios 1:10; 1 Tesalonicenses 2:8
Síntoma de intoxicación: crees que por «compartir actividades» estás colaborando en el logro del objetivo común.
Antídoto bíblico: la piedad bíblica te invita a colaborar sobre la base de similitudes de carácter, confianza mutua e interdependencia – Filipenses 2:1–2, 25, 30; 4:3; Romanos 16:3–4; 3 Juan 1:8; Efesios 4:16; Romanos 15:5–6; 1 Corintios 1:10; Efesios 4:1–6; 1 Tesalonicenses 2:8
Síntoma de intoxicación: duplicas actividades en lugar de imitarlas.
Antídoto bíblico: guardando la piedad bíblica, comprendes que imitar va mucho más allá que simplemente duplicar actividades – 1 Tesalonicenses 1:6–7; Filipenses 3:17; Hebreos 6:12; Efesios 5:1; 1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17; 2 Tesalonicenses 3:7–9; 2 Timoteo 1:5; Hebreos 13:7
EFECTOS DEL ACTIVISMO SOBRE EL LIDERAZGO
Síntoma de intoxicación: confundes el cumplimiento de actividades con ser un buen líder.
Antídoto bíblico: viviendo en piedad bíblica, eres un buen líder porque desarrollas primeramente un corazón que busca a Dios y su Palabra – 1 Samuel 16:7; 2 Crónicas 12:13–14; 19:3; Malaquías 2:2; Proverbios 4:23; 1 Reyes 15:1–3; 1 Crónicas 29:19; Daniel 1:8; Lucas 11:42; Marcos 7:6–9; Oseas 6:6
Síntoma de intoxicación: asumes que cumpliendo actividades estás transformando vidas.
Antídoto bíblico: bajo la piedad bíblica, comprendes que ser es más importante que hacer – Salmo 51:16–17; 1 Samuel 15:22; Proverbios 21:3; Mateo 9:13; Santiago 1:22–25; Mateo 3:8; 1 Tesalonicenses 2:13; Oseas 6:6; Isaías 29:13; Mateo 23:23
Síntoma de intoxicación: eres inconstante, inestable y desenfocado.
Antídoto bíblico: la piedad bíblica te impulsa a ser constante y perseverante – 2 Timoteo 3:10; Colosenses 1:11; Daniel 6:16; Efesios 6:18; 1 Timoteo 4:16; Tito 3:8; 2 Corintios 6:3–10; 2 Timoteo 4:2; 1 Corintios 15:58; 16:13; Filipenses 4:1
Síntoma de intoxicación: descuidas la planificación y organización.
Antídoto bíblico: ejerciendo la piedad bíblica, planificas y organizas; consideras la realidad actual y haces proyecciones hacia el futuro – Proverbios 15:22; 19:21; Jeremías 29:11; Romanos 1:13; Mateo 7:24–27; Lucas 6:47–49; 14:28–33; Hechos 6:1–7; Génesis 41:28–36; Éxodo 18:13–26; Proverbios 10:5; 30:25–28
Síntoma de intoxicación: exiges el reconocimiento por tu «éxito personal».
Antídoto bíblico: como consecuencia de la piedad bíblica, comprendes que el éxito se basa en la prosperidad que Dios trae a tu vida – Génesis 39:3, 23; 41:15–16; 3 Juan 1:2; 1 Corintios 4:1–2; Nehemías 1:11; Josué 1:8; 1 Corintios 3:6–7; Daniel 2:23, 26–28; Salmo 18:3; Josué 24:14; Mateo 6:33
Síntoma de intoxicación: crees que adversidades, pruebas y tribulaciones son situaciones que debes evitar.
Antídoto bíblico: Como líder que sigue la piedad bíblica, aceptas la adversidad, las pruebas y la tribulación como oportunidades para crecer – Hechos 14:22; Efesios 3:13; Romanos 8:35; 2 Corintios 1:4; Santiago 1:2–4, 12; 1 Pedro 1:6–7; Romanos 5:3–5; Filipenses 4:13
EFECTOS DEL ACTIVISMO SOBRE EL DISCIPULADO
Síntoma de intoxicación: confundes cumplir actividades con ser un buen maestro o estudiante.
Antídoto bíblico: ejerciendo la piedad bíblica, tus acciones nunca serán más importantes que tu corazón – 1 Reyes 15:1–3; 2 Crónicas 12:13–14; 1 Timoteo 3:2–12; Tito 1:5–9; Mateo 23:14, 23–28; Proverbios 4:23; 1 Samuel 16:7; 1 Crónicas 29:19; Mateo 12:35; Salmo 24:3–5; 37:31; 51:10; Lucas 8:15
Síntoma de intoxicación: confundes sabiduría con el cumplimiento de actividades.
Antídoto bíblico: bajo la piedad bíblica, comprendes que la verdadera sabiduría mora en tu corazón – Job 38:36; Colosenses 1:28; Santiago 3:17; Isaías 29:13; 1 Samuel 15:21–22; Oseas 6:6; Salmo 51:16–17; Salmo 90:12; Proverbios 2:10–11; Santiago 1:22–25; 3:13
Síntoma de intoxicación: crees que tus «buenas obras» transforman tu vida.
Antídoto bíblico: guardando la piedad bíblica, comprendes que de la transformación genuina de tu corazón surgen las buenas obras – Efesios 2:10; Tito 3:8; 1 Samuel 15:1–3, 13–28; Malaquías 1:10; Mateo 6:1–7; 23:5–8,14, 23–30; Marcos 7:6–13; 2 Timoteo 3:2–5; Romanos 12:1–2; Efesios 4:13; Colosenses 1:28; Lucas 6:45; Hebreos 10:23–24; Santiago 2:18
Síntoma de intoxicación: evalúas la madurez basándote solo en una lista de actividades cumplidas.
Antídoto bíblico: como maestro o alumno practicando la piedad bíblica, crees que la madurez abarca todos los aspectos de la vida y debe ser evaluada constantemente hasta alcanzar la perfección en Cristo – Efesios 4:14–15; Mateo 23: 24–28; Marcos 7:5–13; Colosenses 1:28; 1 Timoteo 3:2–12; Tito 1:5–9; Mateo 23:14, 23
Síntoma de intoxicación: inviertes la verdad bíblica acerca de la transformación.
Antídoto bíblico: como maestro o alumno que actúa según la piedad bíblica, reconoces que las acciones no transforman; únicamente Dios puede crear un nuevo corazón y espíritu – Mateo 15:19; 1 Samuel 15:1–3, 13–24; Isaías 29:13; Malaquías 1:10; Mateo 23:23–28; Salmo 119:9–16; Proverbios 4:23; Lucas 6:45; Salmo 51:10; Romanos 12:2; Lucas 6:43–44; Santiago 3:11–12; Ezequiel 36:26; Salmo 34:18; 51:15–17; 2 Timoteo 3:16–17
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Personajes bíblicos ilustrativos del activismo y su antídoto
Capítulo 4. El sacerdocio responsable neutraliza la pasividad
INTRODUCCIÓN
La base de tu sacerdocio – Apocalipsis 20:6; Juan 1:43; 1 Pedro 2:5, 9; Apocalipsis 1:5–6; 5:9–10; Mateo 9:9; Salmo 25:2; 119:42; 1 Corintios 11:1
Tu sumo sacerdote – Hebreos 5:5–10; 6:20; 8:1–2; 9:11–12; 4:14–16
Las obligaciones del sacerdocio – Ezequiel 22:26; Deuteronomio 33:8–10; Nehemías 8:2–3; 1 Samuel 2:35; Hebreos 6:10–12; Malaquías 2:4–7; Ezequiel 44:21–23; 1 Timoteo 4:13–15; 2 Timoteo 1:13–14
Dios te ha dado dones y habilidades para servirle a Él – 1 Corintios 14:12; Efesios 4:7–12; Romanos 12:6–8; 1 Corintios 12:7–11
EFECTOS DE LA PASIVIDAD SOBRE LA PERSONALIDAD
Síntoma de intoxicación: padeces de sentimientos de inferioridad e inseguridad.
Antídoto bíblico: el ejercicio del sacerdocio responsable vence tus sentimientos de inferioridad e inseguridad
El Espíritu Santo mora en ti y te guía a entender toda la verdad – Romanos 8:11, 14; 2 Timoteo 1:14; 1 Corintios 3:16; Juan 16:13; 2 Corintios 1:22
Estás en Cristo y Cristo está en ti – 1 Corintios 1:30; 2 Corintios 5:17; Efesios 1:1; Romanos 8:10; Colosenses 1:27 Romanos 8:1; Gálatas 2:20
Harás cosas aun mayores a las que hizo Jesús – Hechos 2:41; 4:4; 6:7; Romanos 15:19; Juan 14:12
Síntoma de intoxicación: eres tímido, sin mucha confianza en lo que Dios puede hacer a través de ti.
Antídoto bíblico: ejerciendo el sacerdocio responsable, confías en que eres más que vencedor en Cristo Jesús – Romanos 8:38–39; Josué 1:18; Filipenses 1:20; 2 Tesalonicenses 3:3–5; 2 Corintios 3:5–6; Salmo 62:5; 71:5; Filipenses 1:6; Romanos 8:33–37; Josué 1:6–9; Filipenses 4:13; 2 Timoteo 1:7; Salmo 39:7
Síntoma de intoxicación: te cuesta dar el primer paso.
Antídoto bíblico: como sacerdote responsable, tomas la iniciativa en fe – Josué 1:5–6, 18; Hechos 18:9–10; Josué 1:7–9; 1 Corintios 12:7, 26; 1 Pedro 4:10; Hechos 17:10–12
Síntoma de intoxicación: limitas tu libertad para estudiar y aplicar la Biblia.
Antídoto bíblico: el sacerdocio responsable te anima a escudriñar las Escrituras y a aplicarlas en tu vida y en tu iglesia – Salmo 119:160; 2 Timoteo 3:16–17; 1 Tesalonicenses 1:6; Juan 15:26; 14:26; 16:13; 17:17; Hechos 17:10–12; 2 Corintios 3:5–6 Hechos 5:29; Marcos 7:7–9; 1 Corintios 11:1
Síntoma de intoxicación: te comprometes parcialmente con cualquier proyecto.
Antídoto bíblico: viviendo como sacerdote responsable, trabajas en tu ministerio con constancia, perseverancia y dedicación – Gálatas 5:22–23; 1 Pedro 1:25; Salmo 119:89; 1 Timoteo 4:15–16; Efesios 6:18; 2 Timoteo 4:1–2; Lucas 21:33
Síntoma de intoxicación: se estanca tu proceso de madurez espiritual.
Antídoto bíblico: siendo un sacerdote responsable, creces espiritualmente porque estudias la Biblia y aplicas sus principios a tu vida y a tu contexto – Salmo 119:160; Juan 17:17; Efesios 4:12–14; Juan 14:26; 16:13; 2 Timoteo 3:16–17; 1 Corintios 14:26; Efesios 4:16
EFECTOS DE LA PASIVIDAD SOBRE LAS RELACIONES INTERPERSONALES
Síntoma de intoxicación: te aíslas de los demás.
Antídoto bíblico: como sacerdote responsable, formas parte de la familia de la fe – Efesios 2:19; 1 Timoteo 5:8, 16; Romanos 12:4–13; 15:5–6; Efesios 4:3–6, 16; 5:21; 2 Corintios 2:3; 7:16; 8:22; Gálatas 5:10; 6:10; 1 Timoteo 5:4; Filipenses 2:3–4; Hechos 17:10–11; 1 Corintios 12:4–27; 1 Pedro 4:10–11
Síntoma de intoxicación: abusas de las contribuciones de otros.
Antídoto bíblico: bajo el sacerdocio responsable, tratas al cuerpo de Cristo como la familia de Dios, de la cual eres un conciudadano; respetas y das preferencia a los demás – Gálatas 6:10; Romanos 2:21; 12:6–10; Efesios 2:19; Filipenses 2:4; Efesios 4:16; 1 Tesalonicenses 4:9; 1 Corintios 13:4–5; Romanos 12:3; Efesios 4:25; Filipenses 2:21; 1 Corintios 6:8; Efesios 4:11–16; 1 Timoteo 5:17–19; 1 Tesalonicenses 5:11–13; 1 Pedro 5:2–3
EFECTOS DE LA PASIVIDAD SOBRE EL LIDERAZGO
Síntoma de intoxicación: eres un líder inseguro, débil y poco transparente.
Antídoto bíblico: como sacerdote responsable, eres un líder seguro, valiente y transparente – Salmo 9:10; 71:5; Filipenses 1:20; 2 Samuel 22:33; Salmo 46:1; 2 Tesalonicenses 3:3; 1 Timoteo 4:16; Santiago 3:17; 1 Pedro 2:1; Hechos 5:1–11; Filipenses 1:6; 2:13; Colosenses 1:29, Judas 1:24; Salmo 62:5–8; 119:42; Habacuc 3:19; Lucas 12:1; Romanos 12:9
Síntoma de intoxicación: limitas el ministerio y crecimiento de otros.
Antídoto bíblico: el sacerdocio responsable te conduce a estimular el ministerio y crecimiento de otros – Efesios 4:11–16; 2 Timoteo 2:24; 2 Pedro 3:18; Gálatas 5:26; Hebreos 10:24; Nehemías 2:18; Ezequiel 44:23; 2 Timoteo 2:2; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Timoteo 4:12
Síntoma de intoxicación: ejecutas programas y proyectos sin comprenderlos.
Antídoto bíblico: ejerciendo el sacerdocio responsable, trabajas en tu ministerio de manera organizada, bien pensada – Mateo 7:24–27; Lucas 14:31–33; Hechos 6:1–7; Proverbios 3:21–26; 21:2; 24:6, 9; Lucas 6:47–49; 14:28–30; Proverbios 1:7; 11:14; 15:22; 16:3; 24:3–4
Síntoma de intoxicación: eres inconstante.
Antídoto bíblico: comprendes que es necesario ejercer el sacerdocio responsable en todo momento – Daniel 6:16, 20; Lucas 8:15; Efesios 6:18; 2 Timoteo 4:2; 1 Corintios 15:58; 2 Tesalonicenses 1:4
EFECTOS DE LA PASIVIDAD SOBRE EL DISCIPULADO
Síntoma de intoxicación: ignoras el mandato bíblico de estudiar y enseñar la Palabra de Dios.
Antídoto bíblico: como sacerdote responsable, teniendo el Espíritu Santo morando en ti, asumes el reto de estudiar la Palabra, de meditar en ella de manera permanente y de enseñarla a otros – Salmo 40:8; 55:16–17; 119:11–16, 105; 2 Timoteo 3:16–17; Hechos 17:10–12; 2 Timoteo 2:15; Salmo 19:7–11; 119:130; Mateo 28:19–20; Salmo 1:2; Deuteronomio 6:6–7; Josué 1:8; Romanos 15:4; Marcos 7:7–9; Tito 1:9; 2:1
Síntoma de intoxicación: restringes la libertad de tus alumnos para leer y analizar la Biblia.
Antídoto bíblico: como maestro cristiano que ejerce el sacerdocio responsable, motivas a tus alumnos a leer, investigar y estudiar la Biblia por su propia cuenta, promoviendo así, que también ellos sean sacerdotes responsables – 1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10; Juan 14:26; 16:13; 2 Corintios 1:22; 2 Timoteo 3:16–17; Hechos 4:1–13; 17:10–12; Judas 1:24; Romanos 12:1–2; 15:4; 2 Timoteo 2:15; Filipenses 1:6; 1 Pedro 5:6; Salmo 1:1–2; 119:4, 9–16, 105; Ezequiel 37:24; Mateo 28:19–20
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Personajes bíblicos ilustrativos de la pasividad y su antídoto
El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz.
Números 6:24–26
La Biblia de las Américas. (1997). La Habra, California, EUA: The Lockman Foundation.
Hay, R., Lim, V., Blöcher, D., Ketelaar, J. y Hay, S. (Comps.). (2007). Worth Keeping: Global Perspectives on Best Practice in Missionary Retention [Dignos de conservar: perspectivas globales acerca de las mejores prácticas en retención de misioneros]. Pasadena, California, EUA: William Carey Library.
Museo William Carey, Iglesia Bautista Central, Leicester, Inglaterra. (2014). [Página web en línea]. Disponible en: www.central-baptist.org.uk/Carey_Exhibition.html
Paz, O. (1997). El laberinto de la soledad y otras obras. New York, New York, EUA: Penguin Books.
Ritchey, W. (2012). ¡Auxilio! ¡Estoy intoxicado! Un manual «médico» para la iglesia latinoamericana. Maracay, Venezuela: Academia de Misiones Mundiales.
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Taylor, G. (Comp.). (1997). Demasiado valioso para que se pierda: exploración de las causas y curas del retiro misionero anticipado [Libro en línea]. Consultado el 25 de enero de 2010 en: www.lacwm.org/?p=482
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